Sintiéndote

Sintiendo tu presencia en mí,
agradezco la luz que permite
tu luz en la expresión del día, 
tan natural mi inclinación a verte 
en el dorado y azul 
de pétalos y flores que anuncian ya
la primavera próxima;
me gusta tu presencia
en el continuo transitar 
de espacios y estaciones,
siempre brillante espíritu: 
luz en su fuente y expresión;
me gusta repasar cuidadosa 
tus facciones con mis ojos
y con mi tacto constatar 
tu tacto en mí,
creando entre tus manos
mi forma y apariencia;
me gustan tus palabras 
y los silencios que las tejen 
y los sonidos que te entiendo 
sin que tus labios muevan 
sus líneas melodiosas;
me gusta sentir a tu corazón hablar:
te sé cercano y noto su viaje pausado 
por espacios de sueños y memorias
creándose en las nuestras;
me gustan tus mensajes:
aquellos que me envías con tus manos, 
aquellos que me dices con tus labios;
todos me hablan de ti y de mí
por los caminos dulces de la vida;
me gusta la alegría y tu dulzura que llegan 
y atraviesan nuestros seres
y vuelan transformando nuestros miedos 
y dejan en nosotros sus exquisitas formas.

Vals de agua

Toma el tiempo,    
lo observa,
lo abraza,
lo envuelve entre sus manos,
juega con él, 
lo admira…
Contempla su rostro a la luz del instante,
a la luz de todos los tiempos vividos:
los lee, recuerda y reconoce en sus ojos;
juntos cantan en silencio diálogos de certeza
y, en esa conjunción dichosa, escuchan
nuevas formas de entrega de mar y cielo:
sus cantos eternos
los guían por caminos de estreno
y sorprendentes tonos.
La tarde se despide emocionada.
Las formas se disuelven una vez más,
mientras el corazón del mar late
su sentir y anhelo, en rítmico canto,
como vals de agua 
que se abraza al cielo.


 Isabel 24-05-12

Música y tiempo

El día guía su vuelo
de sí hacia sí mismo,
hacia ese todo 
que transforma viajes
de solitarias voces
en impulsos alegres
y miradas de amor.
Orienta su voluntad
hacia el profundo beso
por los secretos pasos 
que abismales circulan,
y siente 
¡tan próxima su lejanía, 
tan real su lejanía próxima… !
Más allá se sorprende, se paraliza,
huye y aprehende 
como fugaz cometa. 
El tiempo lo guía, 
lo hiere, 
pende de un hilo su libertad, 
en azaroso juego
“me quiere, no me quiere”
y así prosigue su dinámico tránsito,
sueña su corazón 
y su mente –próxima y tan propia–,
¡se aleja tantísimo…!
Nada es la quietud que simula:
su forma se diluye,
corre, se afana y vuela
anhelando virtud, 
ansiando asirse, 
ser y no ser, 
ser del todo,
ser sin daño, 
indemne completud
reconociéndose 
en identidad diluida y presente.
Algunas veces, la memoria 
custodia la belleza
de los sonidos del tiempo.
La melancolía, la paz,
la prisa –campo de batalla 
que ella contempla, 
vive, siente en su mirada y afán–, 
ella observa su estoicismo valiente: 
luz, oscuridad,
flor de silencio,
unión de obligaciones, 
de deseos genuinos en su semilla nueva, 
creados desde siempre,
separados, unidos, 
ignorándose, 
paradojas en campos y escenas 
de artes y ensueños, 
humor de creaciones entre viajes y viajes 
hacia el centro y potencia.
Eleva su canto extenuado, solo, 
la esperanza se enajena y ofusca,
y el tiempo, que la abraza veloz,
en caprichosa danza, dibuja su ruta
en los caminos nuevos 
creados por su piel.
El viento se une, traspasa memorias, 
dispersa sus ejes, 
los lleva muy lejos,  
jirones blancos de corazón y albor, 
blancas figuras fantasmales.
Una espina penetra de luz
su corazón, anima su latido,
devuelve su memoria,
perdida entre los pliegues
de su razón primera. 
Diáfana tarde
entrega al anónimo fluido 
el fuego de su humanidad creciente.
Dulcísimo y fértil viaje 
por los sonidos:
amanecer, música en sus átomos
que la eleva hacia su centro. 
Sienten su fusión la memoria y olvido. 
La presencia y huida confluyen reales. 
Por lejanos horizontes, 
unen distancias con los ojos de ensueño 
infinitos brazos construyendo la tarde,
hábiles manos crean los sonidos consonantes
y sin temor ofrecen su rostro
a las palabras y a los nombres.
Isabel 18-5-12



Hacia el silencio


Paso a paso se despide… y regresa.
Como si se hubiera abierto una grieta
y manara fluida su razón hacia la sombra
y su razón fuera un río
por el que caminaran sombras y desgarros
de formas, perfiles y recuerdos;
como si cada acto y gesto 
fuera una parte de ese río, 
fuera un llanto que se abre paso
por fugaces y temblorosos cauces;
como si el rostro deconstruyera sus funciones
diluyéndose en sus pasos,
deformando sus formas, 
cavando nuevas grietas
que ubicaran sombras 
entre vacíos súbitos;
como si cada instante libraran su batalla
– su pulso insobornable–
el silencio y la voz;
como si el silencio 
fuera ya esa voz inexorable
que va llegando, 
llenando timbres, voces y cantares;
como si ese río uniformara,
llenando de ausencia, 
cada despertar, cada adormecer.
…Sólo los latidos marcan el dolor.
Isabel 3-5-12