Ópticas


Algunos días solía caminar solo por los campos de alrededor de su casa. Son amplias extensiones de pastos y terrenos vírgenes como recién creados. Los árboles crecen algo más arriba de los pastos, como si desearan proteger de interrupciones y avenidas esas magnas extensiones de olas y mares de verdes intensos y dorados. El aire se baña en ellos; al atardecer, siempre una brisa inconfundible parece despertar el deseo de juego y libertad en las espigadas formas de luces verde y oro. 
“Esto que ha escrito el periodista es verdad. Aquella tierra es especial y yo sólo digo que lo vi, como muchas tardes. Miraba hacia el suelo, su paso era confiado, tranquilo; pero alguna idea le debía rondar por la cabeza, porque no cogió su caballo ni permitió que su perro le acompañara. Quiere estar solo- eso pensé al verlo- así que, no le dije nada. Él no me había visto– eso creí entonces, hoy no sé qué pensar–, pues tampoco me saludó ni me pareció que sus ojos se orientaran hacia otro lado que no fuera el suelo. 
No puedo decir que anduviera cabizbajo, simplemente miraba al suelo. 
No, no tenía el ceño fruncido, parecía que miraba al suelo. 
¿Por qué se ríen? Por qué os reís? Estoy diciendo la verdad. Es lo que vi entonces y eso que vi nadie me lo puede quitar de mis ojos, de mi memoria de ojos. Lo vi y ya está. 
Sí, Manuel, no te rías tanto, que no soy tonto. Soy un hombre cabal, que sabe lo que se dice, que sabe lo que vio. A ver si vas a saber tú más que yo, sin haber estado aquel ni otros días por allí. 
Señor juez, dígale algo, él no vive allí y no estaba ni está nunca por esos territorios. 
Yo voy más arriba con las reses y las dejamos cuando llega el final de la primavera hasta que se acaba el verano. No sabe usted lo felices que son por allí. Aquello es un paraíso para ellas.
Pues sí, él solía salir muchas tardes; algunas veces hablábamos de cualquier cosa mientras nos echábamos un cigarro. Siempre me ofrecía de una marca que yo no conocía, porque yo uso tabaco de liar. Es el mejor. Se lo tengo dicho también a mi mujer cuando protesta porque dice que huelo mal. Es casi como un perfume para mí y además me mantiene despierto y acompañado miestras voy por el monte con las reses que mugen y se empujan. Yo las miro y me fumo uno de mis cigarros y toda aquella tierra y el viento hablan, me cantan y el humo baila conmigo y con el aire mientras descanso.
Sí, ya vuelvo. Aquella tarde algo debía estar meditando. Si no, siempre hablaba, poco o mucho, así que yo le respeté su silencio. Soy un hombre de campo y en el campo aprendemos a vivir y a convivir, más que entre nosotros, con el silencio y con el diálogo entre suelo y cielo. 
Así es.
No tengo nada más que decir, porque yo me fui hacia el monte y ya no miré para atrás. 
No tengo la costumbre de espiar o de estar pendiente de los otros. Cada cual tiene su vida y sus obligaciones. Las mías las tengo claras. 
Volví a pasar por aquella parte al día siguiente, de madrugada.Tenía que volver a dar de comer a los otros animales que estaban en los establos, así que me fui y no vi a nadie por el camino ni me preocupé de no ver a nadie tampoco, porque es lo que me suele suceder cuando paso a esas horas por allí.
Ya me retiro, señor juez, y ahora ¿adónde voy?
Ya te he dicho que no te rías, que los que ríen sin motivo son más tontos que los que los hacen reír. Tiene delito, reírse de uno que dice solo la verdad de su vida, porque yo vivo mi verdad y no me gusta que los demás crean que es cualquier cosa. Vamos, anda, que estamos apañados, a estas alturas de mi vida, esos me van a enseñar a mí cómo vivir.”
Aquella tarde –sabemos por un testigo– fue visto caminando por aquellas tierras; pero ha pasado demasiado tiempo. Son ya 21 días sin saber de él. Sus seres más próximos temen lo peor, quizá un desmayo, un accidente. Era feliz allí. Vivía su sueño. No deseaba huir ni cambiar de vida; tras una intensa e infructuosa búsqueda, su desaparición es uno más entre los casos inexplicables con los que la policía se encuentra. 
Desde entonces, algunos curiosos han deseado emprender rastreos; otros, han extendido rumores sobre ovnis y raptos.


Despedida

Es tarde y hace frío- me dijo, y luego añadió- me voy.
Me quedé parada en aquella esquina; una parte de mi rostro se había unido a la corriente fría que llegaba con el viento seco del norte.
No supe si era el frío de mi rostro quien fue penetrando hasta mi corazón o las palabras frías que en unión del viento se abrieron camino bailando entre el flujo sanguíneo, como una excursión o travesía por las  nieves de alguna de las mesetas gélidas del tiempo.
Sentí su avance hacia el centro. Su sonido era imperceptible para los otros; pero yo veía su movimiento y lo notaba en mí. Observaba su ritmo, su danza sutil, elegante, eficaz, hasta que llegó hasta su centro, según creo.
Permanecí algún tiempo quieta, como la farola que me miraba con su ojo demasiado abierto.
Hubiera preferido que el silencio fuera oscuro aquella jornada, pero tenía que iluminarlo la luz para que penetrara en mi conciencia la fotografía del acontecimiento con la sencillez de los grandes hechos, casi a oscuras y en íntima unidad conmigo y con los elementos.
Sé que moví una mano, la izquierda; todavía recuerdo su torpeza. Intentaba apartar un mechón de pelo que rozaba y estorbaba la parálisis en mi rostro. No conseguía acertar. Estaba aturdida por mi empeño en quedarme en la esquina, allí, junto a mi lado izquierdo.
Pasó un autobús y paró, como invitándome a subir. Dejé que se marchara con su voz monótona cantando las paradas, una tras otra, como las horas.
Era una espectadora que se había quedado atrapada entre dos mundos y en ninguno de ellos sentía la necesidad de actuar, sólo contemplar y observar bastaban para saberme viva entre los elementos de mi alrededor; ellos también existían sin actuar apenas, manejados por otros elementos más poderosos.
Las palabras tienen un poder inmenso- pensé con voz inaudible, pero articulada internamente. Eso pensé-dije, y sentí su frío en mí.
Las palabras del frío volvieron a penetrarme hasta que la tubería bajante del edificio junto al que me hallaba, vibró, como si temblara con lo que ese pensamiento encerraba en sí, en aquel contexto.
Supe que el frío era una suma de fríos múltiples. Ya lo había sabido antes, intelectualmente, pero en ese momento tuve una conciencia física, una experiencia de la suma de todos aquellos vibrantes y resonantes, afines y próximos fríos que me atravesaban hasta los tuétanos.

Isabel, 18-11-12

Experiencia


Era una tarde azul en la que el cielo bajó hasta el mar y todo el alrededor se llenó del beso que entre los dos crearon. Era tal la prevalencia de infinitud en él, que la tarde y todo el alrededor aparecían plenos, fundidos en él, tendidos y expandidos en su vuelo. 
El horizonte fue espejo de su redondez y una hechura de tiempo nueva se estrenó. Se llenaron las formas y el aire de virtud de lo elevado: lo que era pequeño y nimio quedó conquistado por lo bello…
Comprendí y sentí la voluntad del ser, su latido eterno: pulso siempre hacia la infinitud, ritmo lúcido hacia el silencio.
Me refugié en esos pliegues que el tiempo olvida medir. Todo formaba parte del ritmo de la intimidad y fusión de cielo y mar, de eternidad y tiempo.

Isabel, 3-11-12