Experiencia


Era una tarde azul en la que el cielo bajó hasta el mar y todo el alrededor se llenó del beso que entre los dos crearon. Era tal la prevalencia de infinitud en él, que la tarde y todo el alrededor aparecían plenos, fundidos en él, tendidos y expandidos en su vuelo. 
El horizonte fue espejo de su redondez y una hechura de tiempo nueva se estrenó. Se llenaron las formas y el aire de virtud de lo elevado: lo que era pequeño y nimio quedó conquistado por lo bello…
Comprendí y sentí la voluntad del ser, su latido eterno: pulso siempre hacia la infinitud, ritmo lúcido hacia el silencio.
Me refugié en esos pliegues que el tiempo olvida medir. Todo formaba parte del ritmo de la intimidad y fusión de cielo y mar, de eternidad y tiempo.

Isabel, 3-11-12 

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