Homenaje

La Milagrosa 

Mientras escribo estas líneas, reflexiono sobre cómo adquirimos el conocimiento que tenemos de las personas y de nuestra propia realidad, y constato que es paulatino, dinámico, va transformándose a medida que nos relacionamos y nos hacemos conscientes de cómo nos hacen sentirnos con nosotros mismos en esas relaciones. También nos vamos dando cuenta de hasta qué punto esas personas son –más allá de lo que deseen aparentar de una forma u otra–, según su comportamiento sea coherente o no con lo que nos han deseado mostrar de sí mismas en un principio.

Hay quien desea aparecer como generoso, pero vemos que su generosidad sólo se parcela o se limita a aquellos con los que sus propios intereses, emocionales o materiales, salen beneficiados.

Hay quien es hábil y astuto y jamás expresa “motu propio” lo que desea, y lo envuelve, y da rodeos , y resulta más difícil de captar su verdadera intención; aunque al final se acaba conociendo como alguien calculador y turbio de intención.

Hay, en fin, todo tipo de personas y de seres que vamos aprendiendo a diferenciar en nuestra vida y que aparecen en ella como verdaderos maestros de su vivir. Con todas esas experiencias nos vamos formando y eligiendo nuestras propias  opciones, auténticas o no, encubiertas o claras y explícitas.

Conozco hace años La Milagrosa. Siempre tuvo ese carácter ; pero nunca se había mostrado en mi conciencia de forma tan evidente como en mi última visita.

Hay que considerar que es un ser muy vivo y dinámico, dispuesto siempre a mejorar su presencia y su servicio. Es prudente y callada, acogedora y discreta, un punto bohemia, algunos días; pero siempre tierna y cálida. Tiene brotes de infancia todavía muy vivos. Posee la experiencia de haber conocido diversas gentes que han pasado por su vida y ha sabido impregnarse de lo mejor que ha conocido, de forma que ahora podríamos decir que se halla en uno de sus momentos vitales de mayor plenitud.

Se me podría argüir en contra que las heridas de la vida dejan sus cicatrices y que la madurez tiene sus qués y sombras.

Yo soy de la opinión y del parecer contrarios. Una madurez bien adquirida y vivida es la edad más espléndida, de mayor conciencia de ser, de mayor conocimiento de las facultades y de los dones con los que uno ha venido a expresar su esencia y originalidad, su modo diferente y participativo,  también sus límites y, por ello, la madurez tiene grandes dosis de sencillez y humildad natural y adquirida.

Quizá por eso, las arrugas o cicatrices del tiempo han conseguido en la Milagrosa llenarla de encanto y, además, está muy bien tratada y cuidada y ella se deja mimar y responde de la mejor manera con su grata luz y alegría silenciosa.

Me gusta cuando por la mañana se llena de la sonrisa dorada del sol. Todo el espacio se alegra con su luz y el canto de las aves, rasgado y perturbado  por la intermitencia de los pájaros de acero que surcan de vez en cuando el cielo. Levanto los ojos hacia el azul y compruebo esas masas de metal elevadas, como plumas ligeras, y admiro la técnica que hace posible ese espectáculo.

La cocina espera callada y silenciosa. Sabe de los mates, los tés, los licuados y los sandwitches preparados para el primer momento y para media mañana. Todo comienza allí. Es pequeña y luminosa, cálida y discreta, como todo su mundo: un rectángulo diminuto conteniendo todo lo que cualquier persona necesita a diario: bebida caliente o fría, vegetales, proteínas, vasos, platos, bandejas, frutas, lavadora, secadora… Todo completo, como en un cuento de cualquier infancia maravillada y atenta al cuento de dormir.
Tres ventanales amplios miran al parque, como espejos de ese mundo feliz, y mis ojos ven la masa de árboles que invita al paseo y al olvido de la polis.

Atravesarlo significa disfrutar de una hora completa de asueto contemplando  diversos mundos: una pequeña iglesia, el cementerio antiguo anexo, un palacio, la tienda de flores, una cafetería y un amplísimo y romántico jardín, paseos de sombras profundas, cuyos techos, tejidos por los abrazos permanentes de cúpulas verdes, impiden cualquier rayo de sol, pasajes de zarzamoras, bancos silenciosos que invitan al descanso, campo de fútbol, espacios de esculturas que integran los elementos madera, aire y metal, móviles, articulados para que el aire cante y puedan ellas danzar a su compás; pistas de tenis, pequeños y escondidos huertos, cuyos dueños se encargan en cada estación de obtener los mejores ejemplares de la temporada, una escuelita de primera infancia, pistas de tenis, enormes árboles que bordean una de las orillas en ese tramo del río, jardín de rosas...

Todo eso y más, que ahora mi memoria omite, constituyen un espacio amplio, libre, acogedor y tolerante para el viajero casual y para el paseante cotidiano.

La Milagrosa, por tanto, se halla en una situación privilegiada en cuanto a su entorno. Claro que las hay mejores, pero ella está conforme y contenta de todo lo que puede disfrutar en su vida.
Últimamente ha mejorado algunas partes vitales en  su condición.

Tengo que aclarar que La Milagrosa es una vivienda, es un apartamento que ahora ha mejorado su condición como tal y una de sus mejoras ha sido el arreglo de una terraza.

Esta terraza es especial, muy acogedora, grata, integradora de los mundos nórdico y latino, en la que se producen sincronías con algunos aspectos de la vida de su dueña que resultan divertidas y sumamente reveladoras de la condición de la joven y de un aspecto importante de su expresión vital.

A estas alturas de mi reflexión, puedo decir que los espacios se impregnan y manifiestan nuestras virtudes y carencias. En algunos casos, cuesta más reconocer lo que hay de verdad, porque el dinero puede encubrir algunas situaciones; pero el tiempo lo va poniendo todo en su sitio.

Las personas frías tiene espacios gélidos en los que el orden es simplemente una manera de encubrir su falta de naturalidad, generosidad y vida. Las personas desordenadas y caóticas suelen tener un espacio semejante a sí mismas, y esto es muy fácil de comprobar. Las personas metódicas, las estetas, las hogareñas, las creativas, las carentes de cualquier iniciativa o de ilusión…  

El espacio que habitamos habla de nosotros y de nuestros intereses.  Habla de nosotros y por nosotros.

Es verdad que los que carecen de recursos suficientes para arreglar su espacio deben acomodarse a lo que la vida les permite, pero siempre encontraremos algún  detalle personal que los delate.

La terraza de La Milagrosa está llena del encanto de la personificación, viniendo a constituir una alegoría perfecta de las cualidades y principios de esta joven.

Su arreglo ha permitido a su dueña entregar el poder de nombrar con nombres propios o impropios, según se mire, algunos seres vivos vegetales que han pasado a ser emblemáticos de toda la casa y, por tanto, de su dueña, a algunas personas queridas.

El jazmín ha sido una planta elegida por ella en primer lugar. Su perfume, su carácter mediterráneo, su sencillez y belleza, resultan significativas de su propia manera de ser.
Su segunda adquisición en esta última fase ha sido  un árbol, considerado de los más antiguos como especie, un superviviente en peligro de extinción. Procede de Australia y llegó un poco herido, pero una vez que tuvo su nombre, La Dragona, según creo por su relación con los dinosaurios,  se aposentó allí, comenzó a sentirse cómodo y sus brotes verdes, preciosos, como joyas vivas, comenzaron a mostrarse vigorosos, alegres.

En uno de los ángulos se ha instalado un olivo, cuyo nombre es Paz. Paz, porque la paciencia es una de las características que la casa y su dueña practican y también sus amigos. Vivir en la paciencia es vivir en la paz. Las cosas suceden y se van concediendo a su tiempo. Todo necesita un tiempo y es diverso. El olivo es un árbol antiguo y paciente, muy simbólico en el mundo antiguo mediterráneo.

Después, están las hierbas medicinales: romero, lavanda, hinojo, albahaca, perejil… Son generosas y ofrecen sus beneficios a la joven que las cuida. Un  laurel  aprendiz todavía está de camino, y así, la terraza será un símbolo de la propia vida, en la que es necesario para triunfar y obtener la corona de laurel, la paciencia, la generosidad, el vigor, la constancia, la confianza y la compañía y el cuidado del amor. Un ficus, en estado de recuperación tras una vida algo descuidada, cierra el pequeño mundo.

Nada importante sucede si el amor no es la fuerza que lo genera y el amor es entrega y generosidad ante quien nos pida ayuda, serenidad y confianza, paciencia y constancia, entusiasmo, fe.

Sé que, en la actualidad, la terraza se ha ido enriqueciendo con la aportación de las cualidades de otras jóvenes plantas como, por ejemplo, las begonias y las rosas; el visitante desea también contribuir  y formar parte de ese mundo de belleza y armonía, de fraterno encuentro.

Las macetas participan también de cierta singularidad, pues bastantes de ellas han sido compradas con algún defecto, algún golpe, alguna deficiencia; pero así como los traumas y los problemas de los seres humanos nos pueden mejorar en la virtud, pueden incluso volvernos más atractivos e interesantes,  las macetas lucen preciosas sus pequeños y toscos golpes con sencillez y naturalidad, de forma que parecen más sólidas y fuertes, más experimentadas en el hecho de vivir.

La vida nos va educando a través de todas las oportunidades que encuentra o le ofrecemos y, si no tiene otro medio, utiliza nuestros propios actos y sus consecuencias, aunque nos dañen.

Las macetas nos enseñan a vivir con sus huellas vitales y sus consecuencias, por lo que el espejo que ese espacio pequeño y grato presenta de nuestra propia vida, lo convierte en un lugar privilegiado para pensar, descansar, soñar y comprender.

Su dueña se dedica a cuidar y restablecer el equilibrio de almas heridas, a ayudar a quien ha perdido el norte: personas jóvenes que creen que su vida no tiene sentido o que se sienten víctimas de una situación que han creado desde el exterior.

Ella puede calmarlas, ser un bálsamo, ayudarlas en el camino del regreso a sí mismas y a su poder de construcción, igual que ha sucedido con las plantas. Éstas quizá son más autónomas, aparentemente; pero también dependen del agua que reciben, del abono, de la tierra que las sustenta, del cuidado y del amor con el que son contempladas, de la observación de sus reacciones según el espacio que ocupan, por tanto, ellas también exigen una atención y sabemos que están prisioneras de un espacio físico.

El resto de la casa tiene esas mismas características: espacios y objetos con historia que se han ido haciendo partícipes, más o menos activos, de las historias humanas que allí acontecen o de las que se guarda memoria por las diferentes confidencias y momentos de participación en eventos de amistad y encuentro.

El apartamento se llama La Milagrosa, porque este fue el nombre que le dieron, pero ese nombre encierra a mi modo de ver dos nombres más que compondrían el verdadero milagro: amistad y generosidad.

Durante mis estancias en ella, siempre he sentido ambas manifestaciones como partes integrantes fundamentales de la vida de su dueña. En esta última ocasión, tuve el privilegio de comprobarlo en mayores proporciones cuantitativas.

La casa, a pesar de sus dimensiones, da cabida a muchas personas que pueden convivir y compartir tiempos de gozo y respeto simultáneamente, tiempos de amistad real entre diversas culturas, razas, profesiones, edades, procedencias, religiones e ideologías.

Su dueña tiene la amistad en sus ojos, en sus manos y en sus actos. Su corazón es grande y brillante.

Todos pueden ser amigos suyos, procedan de donde procedan, tengan o no permiso de residencia, sean ricos o no tanto, todos aquellos que siente que son sus amigos, y ese sentimiento puedo asegurar que es muy abierto y confiado, se comportan como tales, la aprecian y ayudan, la invitan y valoran, es como si formaran una sociedad a la que todos desearíamos pertenecer y que nada tiene que ver con el mundo actual, salvo que todos son personas del mundo actual.

La generosidad va unida a la amistad ¿ Cómo uno va a ser amigo de nadie si no es generoso? Es una generosidad recíproca, porque todos ofrecen algo de sí mismos y, probablemente, porque la vida es un proceso, algunos van aprendiendo a serlo en mayor medida cuando ven el comportamiento de otros que tienen la generosidad incorporada en su más profundo ser.

Llama la atención y llena de gozo el corazón estar en un ambiente de tanta apertura y delicadeza para con los demás. Se respira la alegría por el bienestar del otro y la gratitud por ser partícipe de ese bienestar a través de la amistad.

Es un mundo pequeño: una casa, una joven que vive en ella y sus relaciones; pero qué belleza y grandeza encierran ambas, la una como consecuencia del comportamiento de la otra, así sucede siempre.

Sirva  este texto como homenaje, humilde tributo de mi gratitud para la Milagrosa y la protagonista real de los milagros que allí se han puesto en marcha: su dueña, la joven artífice de esas posibilidades, ARC.


Isabel, 2010





Momentos

Uno mis manos con la voz del silencio.
Ignorando fronteras,
los átomos abrazan mi cuerpo
y lo llenan de color y luz.
...Viven también tu ausencia.

............................

Mar,  vi tu vestido de nube.
Era gris y de llanto salado.
Tu piel  cambió de deseo
y mostró al sol una desnudez tímida,
pudor que encendió sus ojos
con irisadas voces entre tus aguas.

...................................

¡Qué solitario está el asfalto esta tarde!
Desde arriba, lo observa la nube.
Su luz ignora el fulgor  de las estrellas 
que funden sus cuerpos en el mar,
tampoco ha navegado por el beso del viento 
como las ondulantes espigas. 
¡Pobre asfalto! 
Tan sólo conoce el sabor
de gomas y pisadas
indiferentes a su tenso cuerpo,
siempre rígido,  siempre quieto.

...............................
2009 Isabel
Contemplando el tiempo

La tarde es horizonte.
El agua  apenas mueve
sus rítmicos volúmenes
de luz  entre rosa y dorada.
Las olas duermen
en una orilla oculta.
El cielo contempla absorto
el paso lento de las horas,
la quietud del silencio.

Cielo y agua

Cuando la noche caiga,
apagados los ojos,
el mar emprenderá su vuelo:
se elevará hacia el cielo
para reflejar su luz,
su intensa luz más alta.
Ambos se saben cerca,
aunque otros ojos crean
que están tan lejos
que nunca ya se encuentran,
que nunca ya se abrazan
ni tocan ya la música
que el cielo crea y el agua canta.
Y, sin embargo…, el amor sucede.



Belleza

La belleza es ese vuelo de tu mano
cuando dialoga en el aire;
el brillo terso de tu pelo...
Es estallido de prado en arco iris  disperso,
racimos de la brisa que en la acacia se orean,
aromas  viajeros por memorias perdidas,
nostalgias que creamos en la  huida constante;
latidos de sorpresa, complicidad y amor.

La entrega  en unos ojos tránsfugas de sí mismos
que irradian admiración y luz,
el misterio de una noche sin sombras,
el silencio del cielo en el rostro invisible,
el reflejo del alma en la caricia leve;
la soledad querida, el pensamiento en flor...

Acaso

Del dolor que se adueña del aire y de su esperanza,
de la mudez de su voz
que estalla en el vacío
y se vierte en las lágrimas del silencio,
de la consciencia de límite,
del fracaso que ha tatuado su mirada de tristeza,
de la ausencia,
de la nostalgia,
del pasado que adherido a la piel del alma
guía el sueño hacia la muerte,
acaso, acaso la salve
la intimidad de la música en su oído,
la caricia de unos ojos,
la inspiración de un poema.
            


              Isabel

Fragancia de una tarde

Comencé a escuchar tu silencio
como fragancia de una tarde.
El tacto del aire acallaba mis miedos.
Admiré la gracia del jardín
y sus amores de blancos pétalos.
Comprendí que era tu modo de aceptar el tiempo
a su paso por los espejos de la forma.
La invisible fuente brotaba en su eco
mientras las horas vivían sin prisa
una humedad callada.
Aprendí a distinguir las creaciones
que emanaban de la dulce transparencia de tu ser.
La ciudad ofrecía las tardes
de un verano que buscaba sombras.
Me inspiré con tu presencia en mí
formando mis palabras.
Los días crearon sus cielos;
la ciudad tendía puentes
para olvidar sus ríos,
para soñarse cielo sobre el agua
de cualquier atardecer.
Florecieron palabras y silencios,
infatigables rosas
por los jardines nuevos.
Confié en ti.


Isabel, 24-11-10