Amos y soluciones

Algunas veces, la comunicación con la vida se vuelve diáfana, como un rayo súbito que atraviesa sin molestar, ofreciendo una lucidez insólita a cualquier asunto que nos esté produciendo confusión y bloqueo en emociones y sentimientos, en cualquier aspecto de nuestra vida.
Muchas veces, cuando ya nos hemos rendido después de debatirnos en opciones tormentosas y atormentadas, en la parálisis de la duda y del miedo, cuando ya sólo nos queda una intención limpia y una actitud especialmente receptiva y abierta –pues nos sentimos incapaces de encontrar algo que nos produzca verdadera satisfacción–, vemos que, tras ese reconocimiento de nuestra visión limitada, en esa humildad que implica el mismo reconocimiento, se levantan los primeros pilares de lo nuevo.
Cuando ese es el caso, una alegría especial, llena de comprensión y verdad, nos atraviesa y ya no tenemos prisa, pues sabemos cuál es el camino y también su resultado.   Nos damos cuenta de que el tiempo ya no importa. Haremos las cosas en su momento, cuando toque, sin miedo, con alegría, una y tantas veces como resulte necesario y posible.
Podemos disfrutar del conocimiento sin acción, de la dicha del resultado, de esa luz maravillosa que nos ha atravesado, como la gracia concedida por el universo,  de esa felicidad íntima de saber que no vamos a errar, porque ese es el camino verdadero que se ha abierto con la varita mágica. 
Cuando esa luz nos ha visitado como un regalo de paz y de apertura, cuando ha aparecido esa solución mágica y examinamos las características que la diferencian de otras actuaciones posibles, siempre encontraremos que el amor  y la entrega, la falta de expectativas, la ausencia de obligaciones para los demás, la generosidad y la alegría de vivir están en el fondo de esa solución. 
Sumar voluntades dentro de nosotros mismos, en nuestro ánimo: ese es el camino; que todo nuestro ser, nuestros sentidos, nuestra vísceras,  nuestros pensamientos, nuestras intenciones, nuestros objetivos, todo en nosotros se integre y colabore bajo el mismo mando, bajo el mismo capitán. 
Los casos complejos, igual que los simples, deberían tratarse siempre con las ventajas  que ofrece nuestra unidad interna y no llevar a otros la discusión entre nuestros amos  internos.
Otra cuestión que podemos analizar es la categoría y altura del amo  al que decidimos entregar nuestro poder. Cuanto más elevado sea su rango, la solución será más duradera. 
Todo tiene su movimiento en el vivir, pero si el amo al que servimos es muy nervioso y falto de equilibrio, si sus valores son demasiado interesados, sus soluciones tendrán vigor menos tiempo y su trascendencia será menor.
Si nos decantamos por servir a nuestra personalidad, es una opción. 
Si decidimos seguir las tendencias de nuestra alma, es otra opción.
…También sabemos de la existencia del espíritu. 
Nosotros elegimos. Saber quién deseamos que nos dirija  en cada momento o siempre es también una buena tarea y para eso no necesitamos a nadie más que a nosotros mismos. 

Isabel, 2-12-14

No hay comentarios:

Publicar un comentario