Desde un silencio intenso,
como aliento en el aire,
una tarde del tiempo
llegó su luz… todavía sin nombre.
Brotó como el suspiro
sorprendiendo a los ojos
más allá de los mares
que admiraban entonces;
invitó a los oídos,
que escucharon pasajes
todavía formándose.
Su génesis: fusión,
amor a la belleza
enlazada a su fuente
como gota a su océano.
Fue adquiriendo en los pasos
su singular presencia,
su integridad y porte;
fue llegando a sus manos,
a sus dóciles dedos…
atravesando velos
y líneas invisibles.
Su color era fuego
revestido de edades;
fue adquiriendo conciencia
de la voz que habitaba
en sus cambiantes formas
y llegó a vislumbrar
la intimidad creciente,
ese feliz encuentro
con el silente aliento
pleno de toda voz
desde la oscuridad sin nombre.