Viajando


Algunas veces sólo, 
tan sólo…algunas, 
algunas bocanadas de temor son suficientes:
nada conoce ni puede ver,
sino ese espacio incierto en que la luz
es derrotada y se hunde 
y se hace ausencia. 
El abismo se torna plenitud
y fagocita el hálito de vida
que unía la voz y la esperanza.
Sólo entonces, 
sólo entonces desciende, 
tan súbito 
como la nada
abismándose en la nada,
y ya la rendición es dueña;
de pronto,
sin saber cómo ni por qué,
sin más méritos que la derrota ya ganada,
como trofeo llega
–relámpago amistoso de lúcida belleza–,
ilumina la soledad con su poder y calma,
y con su canto 
orea el aire renaciendo en la nada;
su calidez colorea de armonía los pasos
de una ausencia confusa, 
la rescata y le muestra
la voluntad de ser
y de nuevo la luz se transforma en su casa. 
 Isabel 27-4-12

Observando


Se encamina hacia los límites del tiempo, 
hacia los minutos próximos del hoy.
Se deja llevar, 
mecida por las corrientes de aire que sobrevuelan, 
se internan en el agua 
y la obligan a danzar 
en ondas de humor y juego.
La vida la sumerge, 
siembra su voluntad,
la llena de sí misma, 
convirtiendo sus pasos 
en dinamismo aéreo: 
nunca descansa, 
jamás se detiene 
–se dispersa y se concentra–, 
palpita en silencio 
con esa voz de fuego 
que aletea en sus venas.
Su tiempo es encuentro,
nacimiento y despedida;
muerte y presencia unidas, 
luz y tránsito, 
ser y forma, 
luz que la atraviesa, la quema 
y la convierte en resto de sí misma 
–ceniza y semilla para nuevo tiempo–.
Sabe de su fusión con la creación, 
con esa melodía, 
íntima e infinita, que se apodera de su silencio. 
Parte hacia lo nuevo, 
mientras acordes y arpegios 
colorean el ritmo agradecido 
de su gozo por su silencio. 


Isabel, 27-4-12

Viviendo este presente



De tus labios brotaron palabras y canciones,
tu voluntad era firme; fácil, su florecer.
Navegábamos juntos por paisajes de mar
y el corazón cantaba 
sin que nada torciera las razones del ser. 
Podíamos escuchar 
silenciosos latidos, vivos y acompasados.
Sentí nuestro alrededor
lleno de  una verdad, sencilla y renacida.
Cantaba el aire todo,
dibujando en las velas, 
con curvas y promesas,
el azul de sus sueños;
abrazaba con suavidad 
las formas de sus lienzos,
que se erguían sumisos,
como bandera blanca 
de paz y de concierto.
La primavera eterna se expresaba extasiada 
y sólo los relojes, con los que el tiempo 
mide su paso,  perdieron su función.
Se apaciguó el anhelo, se demoró la vida...,
ya todo porvenir era presente pleno.

 Isabel, 30-04-11 


Escuchando


Silueta ensimismada sueña palabras para reflejar imaginaciones varias, inventos del oído cuando escucha otras palabras que guiarán su memoria por caminos de nostalgia para volcar esos sueños en otros que soñaron vidas lejanas, vidas cercanas. Todas integradas, como luz de una esperanza, como rosario de una mañana luminosa y muy temprana, van abrazándose, entretejidas, amistosas con la silueta que las sueña y las canta. Hoy en el cielo creció la luz y despejó –con sus hebras doradas y risueñas– tanta melancolía y temor acumulados. Su voluntad se hizo tierra de cuarzo líquido y transparencia.  Cambiante la vida, la tierra cambia. Parece que sólo el hombre se aferre a la estupidez de su soberbia y a la ignorancia. El sol continúa su labor.
Isabel,7-4-12

Sembrando luz


¡Tanta luz… sembrada, como infinitos y breves soles a cubierto de otras influencias que no fueran él, el sol que los irradiaba! Hoy estaban en muchos, innumerables fragmentos…, juntos, separados, cada cual responsable de sí mismo. Todos formaban el conjunto del sol sobre la tierra y el agua más próximas. Soñaban que eran soles. Su universo, aquel espejo brillante que iluminaba la vida a su alrededor. Brillaban y brillaban. Ese era su cometido: iluminarse de luz y expandir con sus pequeños, mágicos espejos y espejismos, la luz que les permitía ser luz. Pensaba mientras los miraba…
Isabel 7-4-12

Llamada de la lluvia


Llega la lluvia y aldabea mis cristales: me llama, me agita, me incita a que la mire, a que contemple su cuerpo diluido atravesando las paredes de los otros cuerpos y formas. Sutil o físicamente, el ánimo y la luz de todos florece o se marchita, nadie permanece indiferente a su presencia. 

Su manifiesta repercusión puede resultar inconsciente a quien la recibe, pero es eficaz y significativa.  La vida, tras la lluvia, luce distinta. Los rostros que permanecían secos y ansiosos, se hidratan y suavizan; las manías se relajan y deprimen. Se marchan o aparecen cuando se habían mantenido agazapadas en la sequía. Todo se altera. 
Mi corazón agradece su aldabonazo profundo y constante ante mi puerta. 
Su llamada es agua y fuego, pues  me estimula a limpiar mi conciencia . “Sé audaz –parece susurrarme con su presencia–, constante, suave y paciente y, en ocasiones, contundente.¿Qué es la vida sino la expresión de lo que somos? ¿Qué puedes perder–insiste– …quizá la vida? Obsérvame. Yo me manifiesto,  aparezco y, siendo, me agoto en la expresión protagonista y, luego, me retiro, ya no soy necesaria en la escena; pero continúo en cada gota que se requiere. Más tarde, aparezco hasta que vuelvo de nuevo a expresarme en los cauces silenciosos de lo sutil. Nada se agota cuando es real. Todo cambia, pero nada auténtico desaparece. Y si no es real ¿para qué mentir, a quién sirve la mentira?  Observa la vida.Yo también lo arriesgo todo. Jamás permito que se instale una mentira en mí, porque corro, discurro, fluyo, atravieso y limpio, siempre permanezco fiel a mí misma: facilitar y limpiar, arrastrar lo muerto, derivarlo hacia el océano en donde volverá a transformarse en agua o  en sedimentos o en nuevas formas de ver, de pensar… No te preocupes por el futuro, sé presente auténtico y confía. La vida te ha ido llevando siempre hacia ti misma, cada vez más hacia ti misma” .
Pienso en que tiene razón. El agua debe limpiar o pudrirse. Espejo metafórico de sentimientos y emociones. Nunca lo enquistado llegó más allá del tumor.
 Isabel 3-4-12

Paisajes y formas

La oscuridad se abre, y es flor que navega por aire, y es fuego que penetra y se halla adentro, y es suspiro y camino, y es melodía siempre. Todos y cada uno, una vida y otra, realizando su viaje como hermosas perlas de luz naciendo.Algunas viajarán muy lejos, buscarán horizontes siempre nuevos, siempre lejanos, y serán requeridos por lejanas tierras, vastas estepas, vastas llanuras. Sus pasos serán muy rápidos,  de ritmo ágil y creciendo a impulsos de voluntad y esfuerzo. Abrirán caminos. Serán notas épicas en algunos tramos y, en otros espacios o tiempos, soñarán con un encuentro y paz que les invite al sosiego. Su objetivo será pospuesto si la aventura épica es su vocación, por un tiempo– según dirán. Pasarán notas nuevas antes de alejarse más; soñarán, soñarán y ya no se moverán más allá de sus sueños.

Otras notas vibrarán en el silencio y la quietud de un sosiego cercano y repetido las hechizará. Nada perturbará su anclaje. Los demás les parecerán partes de un tiovivo que olvidó su parada. Se encontrarán las almas. Olvidarán. Pero el encuentro que hubo en algún espacio y tiempo  permanecerá en el silencio gestándose de nuevo para completarse y mejorar su faz y soñarán el reencuentro de nuevo en su noche oscura. 

Hay perlas cuya luz es voz, es alegría, esfuerzo y voluntad, descanso, sentimiento, melancólico canto que sueña que otro sueño cumplió su objetivo. 
Hay perlas de añoranza constante, de desubicación, de orfandad infinita.
Las perlas de luz desean la luz, pero a menudo creen haberla perdido o no poseerla, de ahí que se desarrolle en ellas la ansiedad de búsqueda, la ambición de poseer lo que otro tiene, por si allá se halla la clave de la luz, la constante claridad y armonía internas.
Posponer tareas en uno mismo y soñar, soñar, soñar....
El frío de un misterio que parece colarse por su alrededor los obliga a pensar de nuevo en una posible marcha. Saben del fin. Pero nada conocen del tiempo de ese fin. Todavía sueñan nacimientos.
Desde la forma, la oscuridad es principio y fin. Nada sabemos los humanos de lo que vemos en el fin. Nada recordamos de lo que en principio vimos  (si vimos algo). Nada tememos del principio, pues nos creemos ya a salvo de él; pero pensando en su formación, nada fue fácil. 
Oímos, sentimos, vimos desde dentro lo que sucedía fuera, asustados por ignorar quiénes eran y cómo se comportaban y qué sentíamos cuando deseábamos escapar de aquel espacio y no podíamos. 
Nada había allí fuera, porque nada sabíamos de él y de su existencia. Nuestros sentidos, limitados, atentos y alertas, nos confundían y guiaban, nos enseñaban y entorpecían. Creíamos quizá que no existía, que lo que vivíamos era lo único real. 
Somos animales de memorias encerradas en compartimentos estancos a corto plazo. Los períodos por los que atravesamos los vamos borrando de nuestra conciencia y nos queda una visión desdibujada y subjetiva de los hechos, cuando no queda el vacío y olvido. Es como si constantemente atravesáramos por sueños y pesadillas. Cada cual vive lo suyo y nadie, por muy cercano que nos resulte, sabe de lo que sucede realmente en cada uno y en cada instante. Ni nosotros estamos atentos de verdad a lo que sentimos o somos. 
Nos entretenemos más pensando en qué considerarán los demás de cómo somos o nos manifestamos. Nos preocupa más la persona que apenas nos conoce o nos conoce algo –siempre es otra, y no nuestro mismo ser–, que lo que en verdad sentimos, vemos o deseamos.
Todo comenzó en la oscuridad. Allí crecimos, como les ocurre a todos los seres que conocemos. Los vegetales también crecen en esa oscuridad, como nosotros, ignorando y sabiendo. Todo es semejante, aparentemente contradictorio y posible y cierto. Todos nosotros sabemos algo de nosotros. Si penetramos en nuestro silencio íntimo, entrevemos algo que muchas veces no nos atrevemos a reconocer en público; considerando que puede ser algo políticamente trasnochado, incorrecto socialmente, diferente de los demás y de lo que los medios dicen, dejamos de pensar en ello y nos ocupamos del espectáculo externo:  de los otros y de sus conductas, y nos comparamos, y nos humillamos y nos  envidiamos, y nos deprimimos o enorgullecemos, y nos entretenemos y procuramos salir de las preguntas que laten siempre en nosotros, y nos alejamos de nuestras incertidumbres y certezas y procuramos estar fuera de nosotros mismos para no sentirnos frágiles y desvalidos. 
Muchos prefieren no pensar y se medican de formas diferentes para lograrlo.
La oscuridad es lo que antes y después marca los límites de esta expresión de vida en la Tierra. 
Nada puede ser malo o malvado si nos ha permitido salir adelante desde aquella primera oscuridad, llena de dificultades y pasajes estrechos.  Probablemente, la vida sufre sus angosturas para fortalecer aspectos que se nos escapan desde nuestro conocimiento limitado. 
La próxima oscuridad lo es porque ignoramos todo lo que no concierne directamente a la materia o a lo que así llamamos entre nosotros; pero ¿nuestras emociones, pensamientos, sentimientos, nuestros logros y carencias, fracasos y éxitos, adónde irán o dónde quedan? 
Todos somos diferentes y cada uno sabe de su historia y evolución en ella. La oscuridad permitirá que la vida fije nuevas metas, nuevos logros y lleve en sí lo que quedó pendiente, lo que no supimos solucionar, lo que no quisimos ver. Simplemente será el paso a otra nueva fase de expresión. Eso debe ser. Algo sencillo y natural, como la misma vida.
Isabel, 3-4-12