Hacia un cambio

Pensaba hoy de nuevo en las palabras, en cómo ellas nos conducen y nos guían; cómo pueden servirnos para  elevarnos hacia un mundo más bello y armonioso, más apacible y equilibrado, más evolucionado y luminoso; cómo pueden servirnos para que nuestros límites se alejen del modo reptil de la existencia; pensaba en su eficacia, pues sólo evocarlas o nombrarlas, el sonido y su imagen interiorizada viajan con la rapidez del rayo para alejarnos de ese fondo reptiliano que brota demasiado fácil, –tan acostumbrada la animalidad a ese camino– o para continuar en la reacción primitiva.
Pensaba en las historias que se repiten en la historia de los individuos y de los pueblos. Se repiten patrones; algunas veces, desgraciadamente, se repiten los hechos. 
Cuando en la historia familiar sucede algo semejante, la mayor parte de las veces no es un triunfo, sino un problema que uno debe afrontar como pueda: con valentía, con miedo, con amor, con fobia… 
Al final, cuando se examina el suceso, con cierta perspectiva temporal, uno se hace consciente de si su acción ha sido repetitiva o creativa, si ha mejorado o empeorado la historia del conflicto originado; en definitiva, si ha triunfado y liberado esa deuda con la vida o deja un lastre como herencia para los que lleguen detrás.
Observando nuestra personalidad y nuestros problemas y respuestas, vamos conociendo algunas de las características más sobresalientes en el patrón de los que nos precedieron: aquello que ocultaron con esmero, brota de nuevo; aquello de lo que hicieron gala, también. 
En realidad, nos parecemos mucho a ellos, aunque las modas y la técnica aparenten alejarnos. 
Es una pena que no se trabaje en la sociedad con la familia y su conocimiento, que no se cuenten las historias de los problemas familiares y cómo los resolvieron o lo intentaron; es una pena que se falsee lo sucedido, porque los intentos fallidos de superación, nos darían importantes pistas sobre el suelo que pisamos. También deberíamos conocer sus miedos y cobardías, pues nuestro cariño y comprensión les daría la paz de la que carecieron mientras no cumplieron con lo que ellos creían que debían cumplir, cuando no se sintieron con valor para enfrentarse a ellos. 
Estoy convencida  de que la sociedad entera, no sólo la familia y el individuo, se verían beneficiados si el conocimiento de lo sucedido en todos los niveles de la existencia fuera veraz.
Lo mismo sucede con las colectividades mayores, los diversos países tienen sus conflictos, como los tienen los familiares y los vecinos; pero repetir la historia y las salidas una y otra vez, no nos lleva a ningún sitio diferente, sino siempre al mismo. 
La humanidad ha estado manipulada siempre por los que tenían el poder. Hoy sucede lo mismo. La información es poder. Nuestra sociedad está aparentemente llena de información, pero lo aparente no es siempre lo real.
Creo que el cuidar nuestro mundo comienza también por cuidar nuestras palabras, nuestros pensamientos, nuestras respuestas a los problemas que tenemos, los propios–no los que otros nos hacen creer o nos atribuyen–, construir nuestra existencia con esos límites que ellas nos permiten y alcanzar otras cimas que ellas nos ofrecen, nos ayudaría a crear nuestra realidad de una manera singular, original, personal, creativa. 
Si el diálogo es la forma más eficaz para hallar soluciones, debemos mejorar nuestro instrumento para dialogar con nuestro verdadero código, el elegido por nuestras razones propias. Creo que es lo mejor que podemos hacer para mejorar las soluciones a los problemas individuales, familiares, sociales.
En el silencio de tantos cruces de fuego, lo que de verdad nos sucede es lo que cada uno de nosotros vivimos en nuestra vida íntima, en el amor y atención que dedicamos a nuestro propósito de existencia, a nuestro sentido vital, en las respuestas que damos a lo que cada día aparece ante nuestros ojos.
 Si eso está bien y nuestra respuesta nos da seguridad y paz, seguro que encontraremos el aliento necesario para agradecer la vida y lo que ella nos ofrece. 
Ese podría ser el primero de los cambios y podríamos decir que todo comenzó por una primera palabra.

Isabel, 28-09-14



Tu luz es mi faro

Por esta tarde incierta,
por los lejanos pasos más allá de los nuestros,
más allá de tu tacto, más allá de tus manos,
la incertidumbre colma el sabor del instante.

Unidas nuestras vidas por su amor y su canto,
navegan en silencio mi esperanza y tu luz
por ese mar azul que nos canta canciones 
de historias y relatos que oyó contar a tantos,
sueños que todavía nadan entre sus olas
por horizontes amplios.


Por esta tarde incierta, caminan nuestros pasos, 
nuestras manos se envuelven en su cálido abrazo.
Un único horizonte va guiando los sueños 
del amor que nos vive,
que orienta nuestros pasos.

Por esta tarde incierta, es mi faro tu luz.

Isabel, 14-9-14

Corriente vital

La vida que vive en nosotros ¿ es sólo nuestra? ¿Podemos quizá considerar que nuestras respuestas, pensamientos, acciones, intuiciones, hábitos, proyectos… son de verdad singulares y personales?

Ente segmentos, alientos de apariencia de verdad, se cuela siempre la grieta que divide y disuelve y, como el agua –mansa, imperceptible y persistente– lima, desgasta y deshace lo que parecía inamovible.

¿Será que hay fuerzas, elementos invisibles que aparecen y son tan poderosos que, sin ninguna prisa, sin consideración de tiempo ni de espacio, van imponiendo su visión y sus acciones –ciegas al entorno, sordas al deseo y libertad del sujeto elegido para cumplirlas–, encaminándose a modificar lo que sea para llevar a cabo su objetivo?

¿Antiguos seres nos viven, alientan nuestros actos, nos estimulan, nos desvían hacia lugares y profesiones que nunca pensamos que fuéramos capaces de llevar a cabo? ¿Son fuerzas ancestrales que cavilan en lo incorpóreo, allí donde las almas son ligeras y no están sometidas a las limitaciones de tiempo y espacio? ¿Las inclinaciones sobreviven en las estirpes y buscan alcanzar sus metas, como si además de un alma individual existiera otra de orden superior o grupal?

Si así fuera, cuán importante resultaría conocer quién nos está viviendo algunas veces, sobre todo cuando nos movemos confusamente y apenas nos reconocemos en nuestra realidad, como si camináramos por vidas ajenas, por territorios de ciénagas  y sin brújula…

¿Cómo lograr  atravesar los abismos y tender puentes flexibles entre esos precipicios que surgen de pronto de la aparente nada, como si la visión del paisaje se revelara diferente? ¿Qué cambia de un instante a otro, sino el enfoque, el posicionamiento que tomamos y alguna que otra señal en nuestro alrededor?

Siempre me pregunto cómo acceder y cómo aplacar los seres que nos habitan en los espacios del miedo.  Sé que el conocimiento y la conciencia ayudan; abandonar las alertas no siempre resulta fácil…, sin embargo, el vivir siempre encerrado y acosado por las alertas es lo más parecido al infierno. 

La vida es sencilla -pensamos cuando nos sentimos conectados con su fluir y sus planes para nosotros-; el secreto estriba en aceptar los cambios de planes, los retos, los reveses, con la misma alegría y paz de corazón, con la misma confianza que aceptamos lo fácil y favorable. Con esas condiciones, la vida es sencilla. 

La vida confía en nosotros y quizás por eso va desvelándonos planes y tareas, actitudes y realizaciones, cada vez o cíclicamente, más elevadas y complejas. Es como si pasáramos por exámenes que nos pusieran a prueba la profundidad de nuestro poder interno, de nuestra fortaleza, fe y confianza en ella.

Formamos parte de una corriente unida, aportamos lo que nuestra intención y voluntad son capaces de llevar a cabo en esa construcción  que busca siempre objetivos más ambiciosos y plenos de las virtudes que todos tenemos en nuestra conciencia.

La vida no mira ni está preocupada por el tiempo, sólo nosotros lo experimentamos en la historia personal y colectiva. La vida es vida, plena, gloriosa, perfecta.


El estudio y la reflexión nos ayudan en esa tarea del vivir. La confianza, la fe, la generosidad, la entrega, la alegría y la gratitud, son componentes imprescindibles del amor que podemos irradiar para que el corazón de la vida se nos revele en toda su compleja sencillez.

Isabel, 6-9-14