Corriente vital

La vida que vive en nosotros ¿ es sólo nuestra? ¿Podemos quizá considerar que nuestras respuestas, pensamientos, acciones, intuiciones, hábitos, proyectos… son de verdad singulares y personales?

Ente segmentos, alientos de apariencia de verdad, se cuela siempre la grieta que divide y disuelve y, como el agua –mansa, imperceptible y persistente– lima, desgasta y deshace lo que parecía inamovible.

¿Será que hay fuerzas, elementos invisibles que aparecen y son tan poderosos que, sin ninguna prisa, sin consideración de tiempo ni de espacio, van imponiendo su visión y sus acciones –ciegas al entorno, sordas al deseo y libertad del sujeto elegido para cumplirlas–, encaminándose a modificar lo que sea para llevar a cabo su objetivo?

¿Antiguos seres nos viven, alientan nuestros actos, nos estimulan, nos desvían hacia lugares y profesiones que nunca pensamos que fuéramos capaces de llevar a cabo? ¿Son fuerzas ancestrales que cavilan en lo incorpóreo, allí donde las almas son ligeras y no están sometidas a las limitaciones de tiempo y espacio? ¿Las inclinaciones sobreviven en las estirpes y buscan alcanzar sus metas, como si además de un alma individual existiera otra de orden superior o grupal?

Si así fuera, cuán importante resultaría conocer quién nos está viviendo algunas veces, sobre todo cuando nos movemos confusamente y apenas nos reconocemos en nuestra realidad, como si camináramos por vidas ajenas, por territorios de ciénagas  y sin brújula…

¿Cómo lograr  atravesar los abismos y tender puentes flexibles entre esos precipicios que surgen de pronto de la aparente nada, como si la visión del paisaje se revelara diferente? ¿Qué cambia de un instante a otro, sino el enfoque, el posicionamiento que tomamos y alguna que otra señal en nuestro alrededor?

Siempre me pregunto cómo acceder y cómo aplacar los seres que nos habitan en los espacios del miedo.  Sé que el conocimiento y la conciencia ayudan; abandonar las alertas no siempre resulta fácil…, sin embargo, el vivir siempre encerrado y acosado por las alertas es lo más parecido al infierno. 

La vida es sencilla -pensamos cuando nos sentimos conectados con su fluir y sus planes para nosotros-; el secreto estriba en aceptar los cambios de planes, los retos, los reveses, con la misma alegría y paz de corazón, con la misma confianza que aceptamos lo fácil y favorable. Con esas condiciones, la vida es sencilla. 

La vida confía en nosotros y quizás por eso va desvelándonos planes y tareas, actitudes y realizaciones, cada vez o cíclicamente, más elevadas y complejas. Es como si pasáramos por exámenes que nos pusieran a prueba la profundidad de nuestro poder interno, de nuestra fortaleza, fe y confianza en ella.

Formamos parte de una corriente unida, aportamos lo que nuestra intención y voluntad son capaces de llevar a cabo en esa construcción  que busca siempre objetivos más ambiciosos y plenos de las virtudes que todos tenemos en nuestra conciencia.

La vida no mira ni está preocupada por el tiempo, sólo nosotros lo experimentamos en la historia personal y colectiva. La vida es vida, plena, gloriosa, perfecta.


El estudio y la reflexión nos ayudan en esa tarea del vivir. La confianza, la fe, la generosidad, la entrega, la alegría y la gratitud, son componentes imprescindibles del amor que podemos irradiar para que el corazón de la vida se nos revele en toda su compleja sencillez.

Isabel, 6-9-14

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