Siempre que te miro


Siempre que te miro me pregunto
si el aire sentirá el mismo gozo
que yo cuando te veo,
si cuando él te roza y acaricia 
sentirá la gracia y la dulzura de tu encuentro,
si besará tus labios y tus ojos, 
si envolverá tus sueños en sus sueños;
si al recorrer tu cuerpo con su cuerpo
comprobará el dibujo perfecto de tus líneas,
el aroma discreto de tu piel …
Desearía recorrer tu silueta como el aire,
confiando mi silencio y mis palabras
en los sueños y palabras en tus manos.

Isabel, 5-5-2012 


Ópticas


Algunos días solía caminar solo por los campos de alrededor de su casa. Son amplias extensiones de pastos y terrenos vírgenes como recién creados. Los árboles crecen algo más arriba de los pastos, como si desearan proteger de interrupciones y avenidas esas magnas extensiones de olas y mares de verdes intensos y dorados. El aire se baña en ellos; al atardecer, siempre una brisa inconfundible parece despertar el deseo de juego y libertad en las espigadas formas de luces verde y oro. 
“Esto que ha escrito el periodista es verdad. Aquella tierra es especial y yo sólo digo que lo vi, como muchas tardes. Miraba hacia el suelo, su paso era confiado, tranquilo; pero alguna idea le debía rondar por la cabeza, porque no cogió su caballo ni permitió que su perro le acompañara. Quiere estar solo- eso pensé al verlo- así que, no le dije nada. Él no me había visto– eso creí entonces, hoy no sé qué pensar–, pues tampoco me saludó ni me pareció que sus ojos se orientaran hacia otro lado que no fuera el suelo. 
No puedo decir que anduviera cabizbajo, simplemente miraba al suelo. 
No, no tenía el ceño fruncido, parecía que miraba al suelo. 
¿Por qué se ríen? Por qué os reís? Estoy diciendo la verdad. Es lo que vi entonces y eso que vi nadie me lo puede quitar de mis ojos, de mi memoria de ojos. Lo vi y ya está. 
Sí, Manuel, no te rías tanto, que no soy tonto. Soy un hombre cabal, que sabe lo que se dice, que sabe lo que vio. A ver si vas a saber tú más que yo, sin haber estado aquel ni otros días por allí. 
Señor juez, dígale algo, él no vive allí y no estaba ni está nunca por esos territorios. 
Yo voy más arriba con las reses y las dejamos cuando llega el final de la primavera hasta que se acaba el verano. No sabe usted lo felices que son por allí. Aquello es un paraíso para ellas.
Pues sí, él solía salir muchas tardes; algunas veces hablábamos de cualquier cosa mientras nos echábamos un cigarro. Siempre me ofrecía de una marca que yo no conocía, porque yo uso tabaco de liar. Es el mejor. Se lo tengo dicho también a mi mujer cuando protesta porque dice que huelo mal. Es casi como un perfume para mí y además me mantiene despierto y acompañado miestras voy por el monte con las reses que mugen y se empujan. Yo las miro y me fumo uno de mis cigarros y toda aquella tierra y el viento hablan, me cantan y el humo baila conmigo y con el aire mientras descanso.
Sí, ya vuelvo. Aquella tarde algo debía estar meditando. Si no, siempre hablaba, poco o mucho, así que yo le respeté su silencio. Soy un hombre de campo y en el campo aprendemos a vivir y a convivir, más que entre nosotros, con el silencio y con el diálogo entre suelo y cielo. 
Así es.
No tengo nada más que decir, porque yo me fui hacia el monte y ya no miré para atrás. 
No tengo la costumbre de espiar o de estar pendiente de los otros. Cada cual tiene su vida y sus obligaciones. Las mías las tengo claras. 
Volví a pasar por aquella parte al día siguiente, de madrugada.Tenía que volver a dar de comer a los otros animales que estaban en los establos, así que me fui y no vi a nadie por el camino ni me preocupé de no ver a nadie tampoco, porque es lo que me suele suceder cuando paso a esas horas por allí.
Ya me retiro, señor juez, y ahora ¿adónde voy?
Ya te he dicho que no te rías, que los que ríen sin motivo son más tontos que los que los hacen reír. Tiene delito, reírse de uno que dice solo la verdad de su vida, porque yo vivo mi verdad y no me gusta que los demás crean que es cualquier cosa. Vamos, anda, que estamos apañados, a estas alturas de mi vida, esos me van a enseñar a mí cómo vivir.”
Aquella tarde –sabemos por un testigo– fue visto caminando por aquellas tierras; pero ha pasado demasiado tiempo. Son ya 21 días sin saber de él. Sus seres más próximos temen lo peor, quizá un desmayo, un accidente. Era feliz allí. Vivía su sueño. No deseaba huir ni cambiar de vida; tras una intensa e infructuosa búsqueda, su desaparición es uno más entre los casos inexplicables con los que la policía se encuentra. 
Desde entonces, algunos curiosos han deseado emprender rastreos; otros, han extendido rumores sobre ovnis y raptos.


Despedida

Es tarde y hace frío- me dijo, y luego añadió- me voy.
Me quedé parada en aquella esquina; una parte de mi rostro se había unido a la corriente fría que llegaba con el viento seco del norte.
No supe si era el frío de mi rostro quien fue penetrando hasta mi corazón o las palabras frías que en unión del viento se abrieron camino bailando entre el flujo sanguíneo, como una excursión o travesía por las  nieves de alguna de las mesetas gélidas del tiempo.
Sentí su avance hacia el centro. Su sonido era imperceptible para los otros; pero yo veía su movimiento y lo notaba en mí. Observaba su ritmo, su danza sutil, elegante, eficaz, hasta que llegó hasta su centro, según creo.
Permanecí algún tiempo quieta, como la farola que me miraba con su ojo demasiado abierto.
Hubiera preferido que el silencio fuera oscuro aquella jornada, pero tenía que iluminarlo la luz para que penetrara en mi conciencia la fotografía del acontecimiento con la sencillez de los grandes hechos, casi a oscuras y en íntima unidad conmigo y con los elementos.
Sé que moví una mano, la izquierda; todavía recuerdo su torpeza. Intentaba apartar un mechón de pelo que rozaba y estorbaba la parálisis en mi rostro. No conseguía acertar. Estaba aturdida por mi empeño en quedarme en la esquina, allí, junto a mi lado izquierdo.
Pasó un autobús y paró, como invitándome a subir. Dejé que se marchara con su voz monótona cantando las paradas, una tras otra, como las horas.
Era una espectadora que se había quedado atrapada entre dos mundos y en ninguno de ellos sentía la necesidad de actuar, sólo contemplar y observar bastaban para saberme viva entre los elementos de mi alrededor; ellos también existían sin actuar apenas, manejados por otros elementos más poderosos.
Las palabras tienen un poder inmenso- pensé con voz inaudible, pero articulada internamente. Eso pensé-dije, y sentí su frío en mí.
Las palabras del frío volvieron a penetrarme hasta que la tubería bajante del edificio junto al que me hallaba, vibró, como si temblara con lo que ese pensamiento encerraba en sí, en aquel contexto.
Supe que el frío era una suma de fríos múltiples. Ya lo había sabido antes, intelectualmente, pero en ese momento tuve una conciencia física, una experiencia de la suma de todos aquellos vibrantes y resonantes, afines y próximos fríos que me atravesaban hasta los tuétanos.

Isabel, 18-11-12

Experiencia


Era una tarde azul en la que el cielo bajó hasta el mar y todo el alrededor se llenó del beso que entre los dos crearon. Era tal la prevalencia de infinitud en él, que la tarde y todo el alrededor aparecían plenos, fundidos en él, tendidos y expandidos en su vuelo. 
El horizonte fue espejo de su redondez y una hechura de tiempo nueva se estrenó. Se llenaron las formas y el aire de virtud de lo elevado: lo que era pequeño y nimio quedó conquistado por lo bello…
Comprendí y sentí la voluntad del ser, su latido eterno: pulso siempre hacia la infinitud, ritmo lúcido hacia el silencio.
Me refugié en esos pliegues que el tiempo olvida medir. Todo formaba parte del ritmo de la intimidad y fusión de cielo y mar, de eternidad y tiempo.

Isabel, 3-11-12 

Sucede que…


algunos días noto tu vuelo grácil 
entre los pliegues de los hechos,
en los instantes de mi vida.
Juntos, voluntad y deseo,
horizonte y mirada.
Todo es ligero y delicado,
alegre la risa se filtra en el aire de las horas,
siento tu inspiración guiándome en cualquier gesto
mientras recorro espacios 
ajenos a mi sentir y al tuyo entre las gentes.
Te sé tan próximo y cercano,
como la flor se sabe inseparable 
del tallo que la adora y agradece.

Otros días, las voces y silencios te alejan, 
te llevan a otras partes. 
Nunca sé con certeza qué te alejó de mí.
La confusión me habita
como una sombra intrusa
y ocupa, caprichosa, las horas de un presente.
Entonces ... mi piel recuerda, se sabe en tu mirada;
siento tu tacto en mí y olvido mis temores.
Nuestra alegría, sentir tu presencia, 
el rostro de las flores ...
Camino junto a ti viviendo nuestros sueños,
contemplando la vida,
los cambios y paisajes de días y estaciones.
Todo me lleva a ti.

Isabel, 4-07-11


Tú me preguntas


Tú me preguntas si puedo oír el roce
del aire en la mañana,
y yo siento que el aire y el silencio 
son idiomas que tú conoces y hablas.
Puedo escuchar en ellos 
el ritmo de tu aliento,
el timbre de tu voz cuando me amas,
tu paz y esa belleza, discreta y delicada,
que, como un milagro, 
descubro en ti cada mañana.
Mi oído está escuchando
esas palabras que penetran
con sus sutiles vuelos invisibles.
Vivo su  recorrido en mí
y aliento su intención 
de atravesar mis dudas y temores,
como rayo de luz en las tinieblas,
y sé que navegan por aguas agitadas
y saben calmar su turbación
hasta llegar al corazón que las celebra y canta.
Lento el tiempo muestra sus líneas y caminos,
abre su cuerpo como fruto a la esperanza:
el mar es azul cada mañana,
las estrellas nos invitan a contemplar
la luz de nuestros sueños reflejada.
Puedo oír la caricia del aire en la mañana
cuando escucho tu caricia 
y tu aliento en mi esperanza.

Isabel, 19-06-11



Sin conocer tu nombre

Te amé sin conocer de ti 
más que la ligereza y precisión 
con la que caminabas 
por las horas escritas una tarde.
Nada sabía entonces 
de tu delicadeza
ni de tu forma de ser y de expresarte.
Nada me habías dicho, ni siquiera tu nombre.
No pude imaginar todo lo que en tu nombre había
ni pude sonreír al cantar sus acentos 
y pronunciar con fe la vida que escondía. 
Nada sabía entonces.
Cambiaba los sonidos, buscando formas,
nuevas músicas y ritmos al nombrarte.
… Entonces sucedió: alguien lo pronunció.
Comprendí que tu nombre
encerraba secretos y atravesaba mares.

Isabel, 3-05-11

Palabras de lluvia

Millones de palabras –algunas repetidas, sinónimos múltiples, ánimos variados de transparencia y brillo, de sabores diversos y múltiples orígenes–,  abren caminos durante toda la tarde. Han sido madrugadoras y se han avanzado un poco a las previsiones. Llegan mansas y compañeras unas de otras,  copiosas, abundantes. Parece como si hubieran necesitado mucho tiempo para su formación, para llegar hasta aquí, y ahora, ya sabias, ya conocedoras de todo lo que han aprendido y llevan en su seno, nos  abrazan y atraviesan, como regalo y presente. Están serenas y atentas, desbordadas de entusiasmo de sí mismas, tantas y tantas, acumuladas como ausencia durante demasiado tiempo.
Todos las esperábamos. Son transparentes y fluidas, eficaces y fértiles; verdaderas protagonistas de la tarde entera. El mar se anega en ellas, y ellas llegan desde no se sabe dónde, desde donde estuvieran recogiendo datos, aprendiendo modos, llenándose de contenido y de fuerza, de inteligencia y objetivos claros, preparando su cuerpo para volver a transformar la vida.
Las recibo alborozada y agradecida. Me sentía huérfana de ellas. Silencio de tardes y sequías ingratas que agostaban mis esperanzas; pero aquí  están, las infinitas palabras, como un orbe nuevo y floreciente penetrando por el cielo y trayendo sus mensajes de flores y nuevos brotes, de adioses a lo viejo y desmañado. Llegan y son jardines ya, primaveras crecientes y presentes serenos y confiados. Por eso escribo aquí algo de lo que ellas me transmiten.
Ellas tienen muchísimas más palabras y además contienen todos los idiomas posibles.
Qué maravilla ser parte y todo, serlo del todo y siempre.
Una se admira de tanta belleza a nuestro alrededor y es que las palabras son musicales, amantes de la música íntima y auténtica, de esa felicidad de saberse en el lugar adecuado siempre.
¡Me siento tan plena de sus mágicos mensajes…!
Son palabras de estreno de nuevas ideas y ciclos. Vienen hablando de lo unánime del cielo y de muchísimos asuntos que todos deberíamos meditar mientras las recibimos y agradecemos su presencia. Traen entre sus historias mucha pesadumbre, pues las palabras también viven sus emociones y contextos diversos; pero hay que entender que ellas recogen la experiencia de los lugares que recorren. Son palabras de lluvia, de tierras antiguas, que viajan, y huyen esquivas, y van y vuelven…
En sus constantes viajes se transforman y aprenden. Nunca traen mayor ocupación que llenar de su esencia y cuerpo la vida, mientras visitan y se integran en cualquier latitud.
Hoy agradezco que mi alrededor se haya sembrado de  esta fértil transparencia e intimidad musical.

Isabel 29-09-12

Apuntes sobre la timidez

Hay diferentes formas de vivir y de aceptar el hecho de la vida y también distintas formas de intervenir en la realidad próxima.
Hay personalidades expansivas, expresivas, afirmativas, dóciles, espontáneas, retraídas, introvertidas, recatadas, reflexivas, observadoras, impulsivas…
Podríamos seguir buscando y hallando diferentes matices que dividieran en múltiples agrupaciones las posibles formas de crear una personalidad concreta, pero me gustaría escribir algunas palabras de gratitud hacia la timidez.
La timidez, en su expresión primera y espontánea, es decir, antes de que haya conseguido ser disimulada en mayor o menor grado por el sujeto que es poseído por ella, contiene una delicadeza y sensibilidad extraordinarias, que no suelen valorarse suficientemente ni por quien la posee ni por su entorno.
Siempre que distingo a una persona –tenga la edad que tenga–, que es tímida, siento que camina por la vida como de puntillas. Es como si deseara no molestar ni modificar con sus palabras o sus actos una realidad que le acoge y le sobrepasa, un mundo que le parece impredecible y ajeno, en ocasiones, a su sueño, de ahí  su temor a intervenir en él.
Los tímidos son seres cuya intimidad y amor por lo sutil aparece a primera vista y resulta muy llamativo y paradójico para quien los trata y observa; pues la timidez desearía esconderse, volverse invisible a los ojos ajenos.
Los tímidos llevan la timidez, como una pancarta, desplegada en sus ojos. Y sus ojos siempre hablan del profundo respeto y afecto por la belleza y del temor a que ese milagro, que es la vida y su frágil belleza, se rompa por su acción o por cualquier motivo cercano a sí mismos. Sus ojos hablan de la fragilidad y del amor, de ahí el miedo a los actos, del respeto a la inacción y del temor a una condena posible ante el error.
Sus miradas acarician con dulzura la realidad que les sale al encuentro. La mirada de las personas tímidas siempre nos ofrece aspectos sutiles de la vida y su intimidad.
La timidez lleva en su esencia el miedo al error y el amor a lo bello de una forma más explícita que otras personalidades, porque no hace falta que hablen o declaren esos principios; están grabados en sus ojos. Todos podemos leerlos antes de que articulen una palabra.
No es igual ser tímido que pasar vergüenza o sentirse inseguro. Tampoco es lo mismo ser tímido que ser pasivo o femenino. La timidez posee al tímido, no es algo que se pueda manipular o utilizar para resultar más o menos atractivo. Al tímido le delatan sus ojos.
La timidez lleva como sello la sensibilidad y el amor, el temor profundo y el respeto sagrado a la vida que se sueña y se desea contemplar.
La timidez implica la visión precoz del caos y de la fealdad y el temor a ser uno de sus agentes o sufrir los embates de esa fealdad.
Quizá por eso, algunos tímidos envuelven su sensibilidad  de un orgullo que busca esconder su profunda herida. El tímido posee un sentido profundo de la belleza y también de la fealdad.
Es su sensibilidad especial, propia de un virtuoso, la que le lleva a ser el ejemplo concreto de una conciencia y deseo de belleza más allá de la apariencia superficial.
Respetar y admirar esa sutilidad que ofrece la presencia de la timidez en la vida puede convertirse en un regalo, pues nos plantea un aprendizaje de libertad de ser y de tiempo de adaptación y confianza distintos a los habituales. Por otro lado, podemos desarrollar nuestra admiración por la belleza y delicada ternura que  la timidez irradia.
Algunos tímidos rechazan su condición y la envuelven de apariencias que con el tiempo aprenderán a desechar, si quieren sentirse en paz con su propia naturaleza.

Isabel 25-09-12

Principios, vivencias

Reconocerse en los ojos del otro, saberse albergada en un cariño que sus pupilas envían, como caricias y besos silenciosos, traspasando cualquier duda, cualquier temor… Sentir ese impulso seguro y preciso, como guía inequívoca de los actos, como amigo inconfundible y fiel, siempre al servicio de lo mejor de una misma, de lo mejor del otro. Sentir la esperanza y la fe siempre al lado, alentando actos, ilusionando pasos, estimulando la creación de la nobleza en el vivir. Permanecer fiel a la belleza y a la búsqueda de la poesía en la vida diaria, a pesar de todo. Hallar el amor en la ausencia, descubrir el gozo de su hallazgo y reconocimiento. Aceptar el sentido en el vacío, lo pasajero en lo crónico, la eternidad en el tiempo. Aprender a aprender. Aprender a vivir ofreciendo. Recibir con gratitud y alegría, sin que las heridas lastimen hasta el punto de olvidar la belleza que el tiempo ofrece generoso. Experimentar la confianza en el sentido interno de lo que toca vivir…
Isabel, 25-09-12

Sábado de septiembre


Más lejos de los ruidos cercanos 
que alejan y entorpecen
la oscura transparencia de los sueños,
sonidos inaudibles pueblan el éter:
hojas y flores, como presencias atentas, 
escuchan concentradas
sus órdenes gozosas de existencia.

Los hombres dirigen sus faros,
como aullidos penetrantes, 
sobre los ojos, 
obligados a una ceguera blanca 
mientras cabalgan por los lomos grises
de un asfalto que crece como lombriz oscura, triste…

Las horas funden mar y tierra en la transparente noche.

Los mapas dibujan claves e imaginarias vías 
en sus líneas, por donde el aire es roto
cada día por destellos veloces de fulgor y plata.
Junto al mar, la brisa sala con su boca 
húmedos besos en los rostros que sueñan 
castillos de arena en su verano en sombras.
Aromas y mezclas salpican 
de notas alegres las luces de crepúsculos ocres. 
La nostalgia se aproxima entre las distendidas horas.

Isabel  8-9-12

Silencio

A veces, el silencio
es silencio tan sólo,
nada más él y yo,
nada más él y tú.
Silencio en ambos,
sin otra cosa en medio
que el infinito espacio
de eternidad y paz
que el silencio permite
y crea y regenera…
Silencio, nada más.
Memorias vívidas
suspiran en el mar 
que desea ser cielo
y me envuelve 
en su salado seno,
se eleva y me lleva
en sus cristales húmedos
atravesando mares
y recorriendo cielos
hacia las nuevas olas
de oscuridad y silencio.
Tu aliento nutre mi inspiración,
son tus ojos mis guías
conductores de sueños.




Isabel 1-09-12

Rostros y cambios


Los rostros se contagian del entorno. Se unifican, se vivifican, se contraen, se expanden…
No siempre el ritmo es el mismo y tampoco, sus resultados, que , frecuentemente, resultan paradójicos, contradictorios en su avance.

Todo va avanzando; aunque, en ocasiones, parezca que se repite una y otra vez lo mismo. El crecimiento interno necesita su tiempo y para cada uno es distinto. Todo va desarrollándose, transformándose, mejorando… 

El conocimiento puede derivar en sabiduría, ese es el objetivo; pero puede demorarse hasta lograr ese mayor y más profundo saber integrado, llevado en sí sin esfuerzo, convertido en virtud natural, que sólo valorarán los otros, no el sujeto que la posee, pues para él resulta natural, sin esfuerzo. Nada recuerda de su evolución en ese aspecto. Es un regalo, aparentemente gratuito, como el que se encuentra con una inteligencia superior a la media.

El conocimiento y sus exámenes y disposiciones, son oportunidades, posibilidades abiertas. Uno elige, acaba eligiendo siempre lo que es, en lo que piensa, siente y lleva a cabo.

Visto así, nada tiene demasiada importancia aisladamente; pero todo contribuye significativamente.

La mañana deriva en mediodía, luego llega la tarde y, por fin, la noche concluye ese ciclo; pero la conducción y condición de las primeras va contribuyendo a la realización de calidades muy variables en las últimas.

Estoy dialogando conmigo, pero también lo hago contigo. Tú y yo somos lo mismo, y te voy descubriendo mientras escribo, y comprendo a quien escribe y a quien recibe, de forma que somos muchas más posibilidades que dos; aunque sólo escribiera para un lector en sucesivos tiempos. 

La conciencia va brotando y, en este caso y ahora, lo hace en ambas zonas: escritura y lectura; brota, se desarrolla y desaparece; no deja más rastro que una señal imperceptible, tal vez…, aunque siempre es huella, paso, roce… 
Quizá, en ocasiones extraordinarias, nos transforme totalmente. 

Es como si hubiera un tesoro que se va descubriendo poco a poco, paso a paso, a medida que la luz penetra en ese recinto en el que se halla escondido, y esa luz nunca terminara de llegar hasta dentro de ese espacio oscuro, pues algún tipo de elemento: cansancio físico, mental, emocional o capacidad de integración y comprensión del mismo o de sus claves, acabará por influir en una desconexión en esa comunicación especial. 

Hay que aprender a aprender y aprender a esperar. Ser humildes y pacientes forma parte de las condiciones para que la luz nos visite de nuevo.

Isabel, 10-8-2012

Cielo y horizonte


Siempre procuro que mi horizonte tenga cielo. El que no siempre lo consiga, es otra cuestión; pero ese es mi objetivo, mi idea de cómo situarme en cada momento y circunstancia, desde mi conciencia y desde mi aportación a la vida de la que formo parte, pequeña y anónima, pero intransferible.

En mis paseos diarios por los caminos creados por el esfuerzo y  por objetivos humanos, tengo el privilegio de poder contemplar cada día el cielo, la vida vegetal y el mar. Tengo la suerte de sentir sobre mi piel el aire, la brisa, el espacio abierto y, desde luego, la luz y puedo imaginar lo que su ausencia supondría.
Contemplo ese alrededor y siento cierta pena cuando observo el escaso tiempo que el ser humano en general, la gran multitud, dedica a la admiración y contemplación del comportamiento de la vida que no se refiera a sus propios congéneres.
Observo que el hombre ha ido creándose una vida cada vez más alejada del cosmos, más encerrada en el mundo humano y sus supuestos valores.

Nuestra época se caracteriza por una gran movilidad, por cambios constantes de población, por viajes y traslados, y el hombre ha desarrollado todos los recursos necesarios para que éstos puedan producirse, es decir, grandes avances en las comunicaciones terrestres, marítimas, aéreas y también una gran facilidad de comunicación audiovisual.
Algunas veces, observando los comportamientos de los seres humanos, da la sensación de que buena parte de la humanidad se pasa la vida huyendo. No pueden parar quietos, se aburren de su entorno. Para el hombre moderno medio, las vacaciones no son tiempos de descanso del exterior y de su servicio a ese exterior, sino de huida, de búsquedas externas; suponen la oportunidad de olvidar su mundo y de buscar emociones, grandes aventuras, visitas a lugares que otros no conozcan o lugares que después podrán revivir al contar lo vivido, como si sólo viviera quien se ve sometido a diferentes circunstancias y paisajes.
Según esa visión, parecería que los emigrantes son los más vividores, puesto que las circunstancias les ponen siempre en carreteras hacia nuevos lugares y culturas. Pero no, nadie desea ser emigrante, lo de turista,  tampoco está de moda, pero sí lo está lo de ser viajero.
Me hace gracia cuando las personas me proponen viajes para mejorar mi vida, para aprender, para sentirme más plena. Siempre sonrío por dentro, porque esos consejos deben implicar, desde su punto de vista, que mi vida, si no tiene viajes, no puede poseer interés ni aprendizaje.
Creo que viajar enriquece, naturalmente; pero no considero que sea una condición necesaria para tener una vida rica e interesante, porque el interés siempre es algo que se siente, y eso significa que es algo subjetivo. Ha habido escritores que han dejado su voz inconfundible entre los clásicos y nunca viajaron o apenas lo hicieron. Muchos de los hombres interesantes y genios de otros tiempos apenas conocían lo que muchos seres humanos de hoy conocen o han visitado y, sin embargo, si examináramos sus frutos…
La uniformidad y el gregarismo forman parte de una tendencia común a los humanos. También la necesidad de singularidad e identidad. El ser humano es pura paradoja y estaría bien que tuviera conciencia de qué actos son más importantes y significativos en su vida y cuáles son los que le producen mayor bienestar interno. Al menos así sabría qué tendencia es prioritaria en su momento evolutivo.
Está claro que el hombre cambia y va de un extremo al otro y a lo largo de su vida pasa por diferentes episodios y tendencias ideológicas. Algunas veces considero que la utilidad a la vida es una conditio sine qua non para que el ser humano se sienta en paz con ella. Haber sido útil, haber empleado el tiempo en mejorar su alrededor, no sólo su propia casa, no sólo su economía, sino haber contribuido a mejorar la vida en su entorno, haberla cuidado, haber satisfecho otras necesidades que las suyas propias.
Pensemos que sólo en la infancia primera el humano es egocéntrico puro. A medida que su conciencia va naciendo, en la adolescencia, por ejemplo, etapa vital y también egocéntrica por excelencia, los chicos y chicas necesitan ser útiles para sus amigos y todos consideran de sí mismos que lo son, que cuidan de los otros, de los de su misma condición. Todos los que hemos vivido esa etapa recordamos las ilusiones y sueños adolescentes con los amigos y la fidelidad eterna a esa amistad. 

A partir de esa edad en la que el humano comienza a separarse de su familia para unirse a otros de su edad con el deseo de crear familias más libres, en las que las  principales exigencias son los deseos de libertad y los objetivos, cumplir con los impulsos y compulsiones, el humano continúa creciendo y aprendiendo a ver que es responsable de su vida y que su obra fundamental es lo que en ella vaya a construir. Comienza a darse cuenta de que su felicidad tiene que ver con su paz interior y su propia satisfacción con lo que ofrece, con lo que descubre de sí mismo en relación a la vida y a los demás.
Me gusta pensar que nuestra postura vertical tiene que ver con ese crecimiento que debemos y vamos experimentando a lo largo del tiempo.  
Si observamos a la naturaleza, ésta siempre contempla, siempre admira y agradece, se entrega y ofrece su mejor ser expresivo al cielo. Viaja hacia el cielo por vocación y siempre que algún brote nuevo nos muestra su renacer, éste se encamina hacia el cielo, como extasiado y agradeciendo a quien le da el impulso y vocación interna. Cada árbol o planta, sea de cualquier familia o cultura geográfica, de cualquier color y forma, emprende su viaje vertical. Y creo que en esa gratitud se halla el símbolo gestual de su entrega, de su generosidad, de su sentido. 
En realidad, los humanos también actuamos de forma parecida cuando agradecemos y hacia quien agradecemos. El problema, si se puede llamar así, es que pocos humanos dedican parte de su tiempo a agradecer al cielo, al cosmos, al sol, a esa inteligencia cósmica que vela por la vida, el hecho de formar parte de ella y, entonces, perdemos la preciosa ocasión de estar centrados en lo más importante: la gratitud. 
Los humanos somos muy reivindicativos, exigentes, como niños mimados; siempre pedimos más y queremos vivir mejor, no nos damos cuenta de que formar parte de todo esto, ya es el gran regalo, la gran maravilla. 
Quizá es sólo cuestión de prioridades y énfasis. Qué valoramos, qué priorizamos y en qué ponemos el acento. Si estamos alegres y felices por el hecho de estar vivos, estaremos dispuestos a entregar lo mejor de nosotros a esa vida, a desarrollar nuestras capacidades, a buscar elementos que mejoren la expresión del vivir, a considerar que ese regalo hay que cuidarlo y mimarlo; hay que favorecer la vida, hay que respetarla y admirarla. 

Toda la vida y toda la creación nos rodea. Ese mar que tanto admiramos, mira al cielo constantemente y de él recibe su belleza y su fama de libertad. Es el cielo el que nos da una profundidad y liberalidad mayor y, sin embargo, cuántas personas apenas lo miran, lo admiran, lo contemplan…
En estos tiempos, el ser humano que vive en las grandes urbes se pasa el día encerrado entre sus techos y viaja por subterráneos. Sé que en las urbes se crean jardines y parques para que el hombre pueda contemplar la vida natural y para su esparcimiento. Pero el objetivo de esa vida natural es él mismo y su egocentrismo, no la vida en sí, no el respeto a la vida, de forma que en nuestros comportamientos observo que falta gratitud y sobra egoísmo.
En estos tiempos, el hombre construye grandes superficies para tener entretenido al hombre consumidor y desatento con su propio ser, con su silencio. Son lugares llenos de ruido, llenos de cosas que distraen de lo que uno es y que le incitan a comprar o a contemplar cosas, objetos, creaciones humanas.
La verdadera y milagrosa creación va quedando arrinconada y no se muestra ni se enseña a respetarla profunda y realmente como lo que es. 
Observo cómo educamos a nuestros niños. Los gritos atraviesan el aire y los lugares en los que se hallan, de forma que parece que sólo hayan aprendido a gritar, y nada sepan del escuchar, de escuchar el sonido natural, de escuchar el agua y su romper en la orilla,  no valoren el sonido de las hojas ni contemplen su danza, no escuchen el piar de las aves, no se pregunten por las huellas de las gaviotas, ni se fijen en el volar de las golondrinas y en sus viajes, no desarrollen curiosidad por los cantos de las aves nocturnas…y  no aprendan a respetar y desarrollar esa percepción de que la vida es algo sagrado que debe ampararse, igual que procuramos respetar al compañero de vida, piso o de clase.
No hay ocasión en la que salgamos a la calle y no nos quedemos aturdidos por el ruido ensordecedor y molestísimo de las motos, por el ruido ostentoso de algún coche y su ridículo conductor, por el exceso de coches que circulan al mismo tiempo y hacia los mismo lugares.  Da un poco de pena observar el escaso desarrollo de la evolución y de la imaginación  humana.
¿Por qué hemos olvidado el cielo? Si nos tumbamos, cerramos los ojos, ¿por qué no contemplar el cielo como lo hacemos con el agua o con las ciudades y sus edificios? ¿Quizá  nos asusta la sensación de infinitud y de insignificancia ante tanta grandeza e inmensidad? 
Mirar hacia el cielo nos sitúa en el espacio, flotando en él como parte de una vida misteriosa que va adquiriendo mayor sentido de misterio y de milagro a medida que crecemos, a medida que somos conscientes y agradecemos esa oportunidad y nos comprometemos con ella. 
Nada que carezca de respeto y cuidado por las necesidades del otro puede poseer el amor como ingrediente fundamental, al menos, un amor por el otro, y no por sí mismo. El amor, siempre, cuando existe, incluye renuncias a partes de uno mismo. Algunos las llaman sacrificios y eso no está de moda en la actualidad. Pero si se ama la mejor condición de uno mismo o las partes más nobles y evolucionadas, deberán sacrificarse otras que lo sean menos, deberán descuidarse, olvidarse, y eso implicará un sacrificio o dos…
El respeto es lo que manifiesta la vida por nosotros, es la base de su amor, su apoyo fundamental. Por eso nos permite vivir y nos favorece la existencia. El qué hagamos con ella, a qué la dediquemos, cómo devolvamos ese privilegio, cómo favorezcamos que en nosotros brote lo mejor o lo menos generoso, lo más intrépido y valiente o lo más egoísta y temeroso, lo más original o lo más primario y gregario, lo más difícil o lo más fácil, eso depende de cada uno de nosotros y de nadie más.
Los grandes hombres, los grandes genios, se implicaron y asumieron riesgos. Olvidaron horizontes de vida fácil y construyeron su verticalidad agradecida. Por eso los admiramos, por su esfuerzo y consecución de un bien mayor y más amplio que su propia mejora o riqueza. Desearon mejorar la expresión de la vida, en el campo en el que estuvieran trabajando, y sacrificaron su ocio y su libertad en muchas ocasiones.
Está muy bien viajar, conocer culturas, costumbres, gastronomías. Todo lo del hombre y sus entornos. Está muy bien. Nos enseña a relativizar lo más próximo, a enriquecer nuestros sentidos externos e internos, a ser más tolerantes con los demás, a ver lo común en lo diverso… Aprendemos los unos de los otros.

Olvidarse del cielo, olvidarse de mirar el alrededor, más allá de lo humano, para aprender de todo el comportamiento de la vida, es perder la oportunidad de aprender a agradecer la vida de una forma sencilla y primordial, perder la oportunidad de confiar  siempre en ella y su amor por nosotros, el respeto por cada forma existente, … un terrible error.
Isabel 4-8-2012

Éramos casi niños…


Éramos casi niños. 
Cantabas tus canciones
por los jardines de un bosque
de hadas y de elfos.
Siempre te hallaba en mí, 
capitán de tus sueños,
atento y despierto.
Brillaba en la noche blanca
tu fuego apasionado,
y yo admiraba tu aliento
más que la luz tan blanca
que todo lo llenaba
de plata y de misterio. 
Miré hacia el horizonte:
sólo el mar y el silencio
acallaban su cuerpo,
lo demás era incendio.
Tu sonrisa y tu luz.
te acercaron a mí.
¡Tan dulces 
cantaban ya tus ojos
sus risas y sus sueños!
Caminamos muy juntos
y tus ojos hablaban 
en íntimos silencios.
Éramos casi niños…
Isabel  2012

Siembra de luz


¡Tanta luz… sembrada, como infinitos y breves soles a cubierto de otras influencias que no fueran él, el sol que los irradiaba! 
Hoy estaban en muchos, en innumerables fragmentos, juntos, separados, cada cual responsable de sí mismo. Todos formaban el conjunto del sol sobre la tierra y el agua. 
Se soñaban soles. Su universo, aquel centro brillante que iluminaba la vida a su alrededor y la recreaba. 
Brillaban y brillaban. Ese era su cometido: iluminarse de luz y expandir, con sus pequeños y mágicos espejos y espejismos, la luz que les permitía ser luz. Pensaba mientras los miraba…
Isabel 7-4-12

Mañana. Sin falta…


Los hechos esperan promesas internas:
lecturas, estudios, repasos, idiomas,
modificaciones…
El tiempo, discreto, protesta en silencio.
La pereza canta "Mañana lo haré. 
Hoy no tengo tiempo. Seguro, sin falta…"
22-7-2012 Isabel

Podría ser


Si esta tarde fuera una mañana cristalina
en la que el mundo estrenara sonidos 
como latidos hondos de una verdad profunda
que nace irradiando su ser,
y se esmerara y ensayara la precisión
en trinos de arco-iris sugeridos, 
cantos de la luz, cuerdas vibrantes 
amadas por generosas formas 
impregnadas del silencio
y del ritmo que recogieron en el misterio del bosque,
y si pudiéramos escuchar pianos 
vertiendo notas 
de transparentes perlas 
y, de pronto, arreciaran sus sonidos 
como lluvia en bullicio 
para formar torrentes 
y cascadas velocísimas, 
o sintiéramos sus viajes 
en  alegres o adormecidas ondas 
por lagos y por playas 
de horizontes siempre nuevos, 
y viéramos su brillantez de rasgos firmes,
de facciones delicadas,
en sonidos fieles a su esencia y condición,
y, si todo ello celebrara la existencia..., 
cantos sublimes, unánimes
brotarían de las almas, de las manos generosas
que sueñan la belleza en plenitud,
la ensoñación deseada:lo indefinible y lo cierto...;
si esta tarde fuera, toda ella así creada, 
como la veo en ti 
y pudiera admirar, en su bondad cobijada,
la radiante voluntad que la constancia y el genio
convierten en milagro, en creación del vivir...
Pensaba... si esta tarde, 
pensaba si esta tarde fuese tan bella, tanto...,
y sé que podría ser.
25-11-11 Isabel