Llamada de la lluvia


Llega la lluvia y aldabea mis cristales: me llama, me agita, me incita a que la mire, a que contemple su cuerpo diluido atravesando las paredes de los otros cuerpos y formas. Sutil o físicamente, el ánimo y la luz de todos florece o se marchita, nadie permanece indiferente a su presencia. 

Su manifiesta repercusión puede resultar inconsciente a quien la recibe, pero es eficaz y significativa.  La vida, tras la lluvia, luce distinta. Los rostros que permanecían secos y ansiosos, se hidratan y suavizan; las manías se relajan y deprimen. Se marchan o aparecen cuando se habían mantenido agazapadas en la sequía. Todo se altera. 
Mi corazón agradece su aldabonazo profundo y constante ante mi puerta. 
Su llamada es agua y fuego, pues  me estimula a limpiar mi conciencia . “Sé audaz –parece susurrarme con su presencia–, constante, suave y paciente y, en ocasiones, contundente.¿Qué es la vida sino la expresión de lo que somos? ¿Qué puedes perder–insiste– …quizá la vida? Obsérvame. Yo me manifiesto,  aparezco y, siendo, me agoto en la expresión protagonista y, luego, me retiro, ya no soy necesaria en la escena; pero continúo en cada gota que se requiere. Más tarde, aparezco hasta que vuelvo de nuevo a expresarme en los cauces silenciosos de lo sutil. Nada se agota cuando es real. Todo cambia, pero nada auténtico desaparece. Y si no es real ¿para qué mentir, a quién sirve la mentira?  Observa la vida.Yo también lo arriesgo todo. Jamás permito que se instale una mentira en mí, porque corro, discurro, fluyo, atravieso y limpio, siempre permanezco fiel a mí misma: facilitar y limpiar, arrastrar lo muerto, derivarlo hacia el océano en donde volverá a transformarse en agua o  en sedimentos o en nuevas formas de ver, de pensar… No te preocupes por el futuro, sé presente auténtico y confía. La vida te ha ido llevando siempre hacia ti misma, cada vez más hacia ti misma” .
Pienso en que tiene razón. El agua debe limpiar o pudrirse. Espejo metafórico de sentimientos y emociones. Nunca lo enquistado llegó más allá del tumor.
 Isabel 3-4-12

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