Paisaje interior

(Escena I para dos guitarras)

Una noche, en el sosiego del sueño,
pidió espacio el pensamiento 
que encarnaba melodías 
en su deseo inspiradas.
Nacieron livianas notas;  
en sus líneas pentagrama,
perfilaron los caminos 
de un recorrido interior.
 
Voces de mediodía tejieron luz 
en paisajes que el ser creó.
La cadencia solitaria 
recorrió sus laberintos:
galerías,
sendas íntimas y estrechas,
cantos de oro y fulgor.

Mis ojos descubren hoy 
la voluntad de una vida;
floreciendo en el sonido,
una mirada de dignidad y dulzura,
arte y sueño son sus guías 
en el espacio del tiempo,
y en sus diálogos y acuerdos,
el ser acrece su hondura 
de afirmación reflexiva.

Todo ya en el aire es música.
Argentinas, tensas cuerdas,  
brindan jazmín y notas 
en el nítido silencio.

Vibran cuerdas sonoras 
de una inquieta intimidad
en las luces solitarias 
que el sol esparce
por los caminos de juego, 
entre guiños,
por las sombras, 
en un rítmico concierto
que fluye por la inquietud 
de una existencia veloz.

Filigranas deliciosas 
muestran jardines de encaje, 
enredaderas de luz.
Ojos dorados acarician 
las verdes huellas
con sus destellos de luz,
imparables en su arena, 
en su ruta 
de renovada esperanza.

Microcosmos.
Miniatura que transita
por la vía láctea 
que sus estrellas permiten.
El deseo estampa un beso 
de transparencia y cristal,
fragilidad es su esencia.

La encrucijada sorprende 
un silencio esperanzado.
La duda exhibe su mano 
de límite y horizonte.
El vacío alimenta 
ese vértigo instalado.
La decisión se abre paso 
en su ser y voluntad;
trémula, la quietud
se transforma en tacto cálido
persiguiendo la memoria 
de un sueño de su invención,
de sus recuerdos y amor.

El sonido se entretiene, 
se encaracola y concentra,
ama la vida; 
la corriente es imparable;
como lúdico pegaso,
incansable en su andadura,
abre las alas de melodía que avanza.

Es llama 
el corazón en su  vuelo.
De soledad inasible 
es la voz de su interior.
Su destino es obediencia 
a su bondad y silencio.

A su paso ensimismado, 
surgen las posibles rutas,
hechizadas por su intangible armonía 
de conciencia solitaria,
por las curvas que recorre, 
por los ángulos que traza  
con veloz delicadeza.
Arabescos de sonidos 
tejen sus telas lúdicas.
No hay reposo a su inquietud.
Es ese anhelo la vida,
entre juegos y color.

Melancolía en el aire …
El alma se hace perfume
exhalando su memoria,
su verdad y su virtud.
          
2004 Isabel

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