Nada nuevo, siempre distinto

De la nada brota 
y es alegría,
desde el caos surge la incitación:
permanencia o destello, quietud–dinamismo...
“Aunque sea un instante, brillo “–contesta esa disposición al cambio–
y surge 
como una onda
y se alarga 
y crece
y modela en su forma
la visión de su ser
y multiplica el tiempo
y se acrece en la distancia
para, más tarde, 
regresar al espacio 
en el que el silencio
lo envuelve todo 
y se hace nada en él y con él.
Y así, innumerables voces elevan su canto 
y cantan melodías que con sus ecos quiebran 
los silencios sagrados del sin tiempo,
y quizá en esa eternidad suene 
el recuerdo de alguna nota 
cuya belleza abra la nostalgia en el vacío, 
una voz que desate 
la ternura y el deseo de nuevo
de experimentar el tiempo:
espacio en que vida y olvido se abrazan 
y funden en el éxtasis
y son 
y dejan de ser...
Quizá es el amor 
ese sagrado timbre 
que resuena constante
creando en la vida,
cuya llamada y eco 
traspasa el infinito
para vibrar en todo 
y en cada forma escueta,
en lo fugaz y débil, 
en el gozo sin fin de la belleza toda,
de la forma que crece, 
en los ojos que observan, 
en la mano que abraza su propia dignidad...,
quizá, la nada se sumerge en las pequeñas cosas 
y es llanto y sonrisa, 
amistad y dulzura, pena y soledad...
Todo es  parte y es uno.
¿Por qué ese llanto si cada instante 
es sólo el fugitivo paso 
hacia otro fugitivo?
Toda vida es soñar,
soñar creyendo
que el cambio es verdadero;
¿qué soñará la vida
cuando desea ser, tan sólo ser su paz?
... Hoy soñé que el amor es la luz de la luz. 
1-10-2010 Isabel

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