La tarde es horizonte.
El agua apenas mueve
sus rítmicos volúmenes
de luz entre rosa y dorada.
Las olas duermen
en una orilla oculta.
El cielo contempla absorto
el paso lento de las horas,
la quietud del silencio.
Cielo y agua
Cuando la noche caiga,
apagados los ojos,
el mar emprenderá su vuelo:
se elevará hacia el cielo
para reflejar su luz,
su intensa luz más alta.
Ambos se saben cerca,
aunque otros ojos crean
que están tan lejos
que nunca ya se encuentran,
que nunca ya se abrazan
ni tocan ya la música
que el cielo crea y el agua canta.
Y, sin embargo…, el amor sucede.
Belleza
La belleza es ese vuelo de tu mano
cuando dialoga en el aire;
el brillo terso de tu pelo...
Es estallido de prado en arco iris disperso,
racimos de la brisa que en la acacia se orean,
aromas viajeros por memorias perdidas,
nostalgias que creamos en la huida constante;
latidos de sorpresa, complicidad y amor.
La entrega en unos ojos tránsfugas de sí mismos
que irradian admiración y luz,
el misterio de una noche sin sombras,
el silencio del cielo en el rostro invisible,
el reflejo del alma en la caricia leve;
la soledad querida, el pensamiento en flor...
Acaso
Del dolor que se adueña del aire y de su esperanza,
de la mudez de su voz
que estalla en el vacío
y se vierte en las lágrimas del silencio,
de la consciencia de límite,
del fracaso que ha tatuado su mirada de tristeza,
de la ausencia,
de la nostalgia,
del pasado que adherido a la piel del alma
guía el sueño hacia la muerte,
acaso, acaso la salve
la intimidad de la música en su oído,
la caricia de unos ojos,
la inspiración de un poema.
Isabel
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