Reflexiones de una tarde

Es pronto todavía. La paz impera aquí, en mi ámbito. Nada, sino esperar a que todo se manifieste, según los planes de la vida. 
El cielo sigue azul y el mar es tan sereno y amable, que sólo un cielo abierto y amistoso es capaz de tener espejo tan real e intenso, tan gentil y dulce.
Esta tarde pertenece ya al verano. Todo está bajo su poder. Nosotros, los hombres, lo contemplamos desde las sombras que nos resguardan de la implacable luz que pone toda la verdad de manifiesto: recortan para amedrentarnos, recortan para hacernos sentir culpables de sus fechorías y nefastas gestiones, de sus gastos indebidos, improcedentes, abusivos, de su codicia, de su barbarie… 
Creen que no nos damos cuenta, pero no es así. Lo sabemos. Todos sabemos lo que está sucediendo. 
Vivir en paz y seguro es uno de los derechos humanos fundamentales. Vivir con salud, sin que nadie envenene la vida en ningún sentido. Vivir con la confianza de que el trabajo honrado es valorado por la vida. 
Hay principios planetarios, comunes a nuestra verdadera esencia, más adentro y más profundo que las culturas y las procedencias. Hay corrientes eléctricas y magnéticas comunes a todos. Ahí está nuestro porvenir.


Isabel
26-6-12

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