Renacer creciente y su música


Sabe y siente a un tiempo su difícil misión:
incógnita imparable es el camino de su peregrinaje.
Las notas se oyen, 
apenas gotas de hielo disolviéndose,
deshaciéndose en cristales esféricos, transparentes,
como semillas llenas de un aliento invisible;
finas y melodiosas gotas, 
notas prístinas y brillantes.
La invisibilidad del futuro se hace ya promesa en aire y agua,
llamándose, abrazados en el silencio,
para volverse sonido, 
luz en la superficie uniforme de nieve pura, 
de apariencia infinita, imperturbable.
Belleza saliendo de sí misma, 
para conocerse y reconocerse.
La nostalgia y deseo de ser,
ambos mezclados, diluidos en un peregrino fundirse,
sin saberse plenos de sí y de todo.
Incertidumbre y miedo recreándose de nuevo:
los días caen 
como abismos en paisajes de aventuras sin tiempo, 
fugaces e inverosímiles, irrepetibles y semejantes.
Todo es único y diverso, 
en su apariencia exacta, cambiante… 
Siente la ausencia y presencia 
en esa premura que atraviesa los hechos para lograr
que lo grotesco y vulgar se transforme 
y vaya creciendo en sí lo armonioso y singular.
…Y siempre aquella incertidumbre 
y su miedo y su dolor de error 
arrojándolo al abismo de otra oportunidad 
para equivocarse…
Y, sin embargo, conoce paisajes de belleza inmarchitable,
siempre en flor, de paz permanente,
en los que podrá sumergirse,
oscuridad y luz,
hasta el interior de sí mismo
y hallarse y descubrirse.
Sabe de esa presencia invisible 
velando con pasión y entusiasmo su propia existencia, 
su aliento, sus ojos dulces.
Perlas invisibles recorren sus venas 
para formar la luz del sonido 
elevándose hacia la luz, 
deliciosa ilusión renaciendo siempre.
Sabe de sus miedos 
–guerreros bloqueando su renacer presente–
en él, mirándole…
El sol, siempre, 
cada mañana creando su propia primavera,  
sus aves volanderas, sus formas y perfiles
discurren veloces por sus venas
y las llenan de color y sueños.
Sabe que volar es parte del juego
mientras camina por las calles grises.
Los acordes del piano silencian cualquier temor
mostrando su voluntad de encuentro,
su renacer creciente.
Isabel, 14-1-12

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