Sorpresa

-Es de noche, y ya te dije que temía la oscuridad. No me dejes sola, por favor.
-Si no me voy…; sólo me giraré para dormir un poco.
-Es que me da miedo. Mírame hasta que me duerma.
Se oye un suspiro que parece la voz del asombro y del hartazgo en una combinación confusa.
-¿Es posible que me estés diciendo lo que oigo?
-¿No te avisé que era muy miedosa?
-Sí, pero ser miedosa es una cosa y exigir que vigile tu sueño hasta que te duermas es otra. ¿Qué hacías hasta ahora?
-No seas desagradable ni grosero. Sólo te pido que me mimes un poco…
-¿Por qué no me cuidas un poco tú a mí?
-Ya veo que no me quieres. El otro día me decías que lo harías todo por mí…
-Ya lo estoy haciendo. Puedes estar segura de que esta conversación tiene mucho más trabajo del que imaginas.
Se oye un inicio de gemido y un bufido. Sonidos más o menos articulados rasgan la noche en una cueva del piso 21 del siglo XXI.

Isabel, enero 2012

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